El diplomático estaba esperando en el vestíbulo, rodeado del mobiliario victoriano, mirando el reloj que estaba enfrente suyo al lado de las escaleras. Su traje negro, como el de todos los presentes con quienes luego se cruzaría, pegaba con el lujo de aquel palacio de mármol blanco exterior enclavado en el centro de Canterbury.
No tuvo que aguardar mucho hasta que bajo las escaleras un alto cargo del Ministerio de Exteriores local que le saludó sonrientemente estrechándose profusamente la mano, tras conminarle a seguirle subieron juntos las escaleras y accedieron al salón situado en la primera planta. Allí estaban varias decenas de invitados e invitadas que habían acudido a la recepción convocada por el Presidente.
Los tiroteos y alguna que otra explosión que se producían en la otra punta de la ciudad no podían llegar a los oídos de los asistentes a la recepción. Nunca mejor dicho la diplomacia estaba en otro mundo ajeno al real.
Los ciudadanos de aquel país habían estado padeciendo inestabilidad desde antes incluso de la reciente independencia de su país del Reino Unido, aunque ahora parecía que se vivía una nueva fase más aguda pues hacia años que la violencia no se producía en Canterbury.
Los diplomáticos estaban impacientandose cuando entro el portavoz del gobierno y les anunció que su excelencia acudiría en breve y que mientras siguiesen disfrutando de la velada, aunque muchos fruncieron el cejo y algunos empezaron a oler mal el asunto.
Quienes sabían que las cosas iban mal eran el Ministro del Interior y el Ministro de Exteriores que estaban reunidos en un despacho de un piso más arriba. Se encontraban claramente nerviosos, casi vociferaban entre sí comentando la situación mientras requerían noticias del Secretario de Información que no paraba de hacer llamadas.
El último invitado en llegar que había estado mirando el reloj al esperar en el vestíbulo se había acercado a hablar con el embajador de la India, hasta que le saludo su viejo conocido diplomático de Francia y se lo llevó discretamente fuera del cotarro principal para iniciar una conversación.
-Mi amigo Joaquín creo que algo raro esta pasando. El delegado de la DGSE de mi embajada nos dijo que debíamos estar atentos estos días y por eso nuestro embajador lleva el doble de escolta que de costumbre. Puede que esta vez tenga razón.
-No exageres Jean Pierre, esto suele ser habitual en esta nación. Llevan mucho tiempo de inestabilidad y gestionar este país recién creado no es fácil, puede que el Presidente tuviese cosas que hacer.
-Tú siempre tan tranquilo y optimista. Esperemos que tengas razón Joaquín.
Con su coche fuera de la carretera tras llevarse el guardarrail por delante y las lunas llenas de agujeros de bala el Presidente, que se hallaba en la parte trasera contemplando medio en shock al conductor asesinado, no se encontraba ni tranquilo ni optimista. Fuera del vehículo sus guardaespaldas le protegían de los soldados del retén de carreteras con que había topado la comitiva presidencial.
Afortunadamente para ellos una tanqueta acudió rauda y veloz por el asfalto dispersando con su ametralladora a los uniformados.
En el pequeño despacho de la segunda planta del edificio los dos ministros encontraban sospechoso no haber podido contactar con su compañero de gabinete encargado de la defensa, ahora sin embargo sabían el motivo. Resultaba que el Ministro de Defensa había sido retenido según les informó el jefe de la brigada de seguridad nacional que había asaltado el edificio pata recuperar el control gubernamental sobre el mismo.
Los dos hombres se miraron helados pero reaccionaron rápidamente. El Ministro del Interior se marchó rápidamente del lugar para ponerse al frente de las operaciones ahora que se confirmaba la intentona golpista.
Muy sonriente estaba el embajador de Zambia que se había acercado a Joaquín y Jean Pierre, circunstancia que no hizo ninguna gracia al representante de Sudáfrica que al verlo dejó de acercarse a ellos y se retiró.
-¿Por qué estás contento esta noche Robert? - Quiso saber Jean Pierre.
-Puede que mañana salga el sol más bonito en este país.
La respuesta los dejó sin habla unos instantes hasta que Joaquín espetó:
-El sol no siempre brilla al gusto de todos, pasa como la lluvia.
El Presidente en un nuevo coche llegó al Palacio con una gran escolta.
Su excelencia hizo una entrada triunfal en el salón. Tenía intención de impresionar a aquellos diplomático, tanto de las naciones con las que se consideraba amigo como de lss que sabía que se le oponían.
Nada más verle el embajador de Portugal y el de Sudáfrica aplaudieron a rabiar, mientras que el de Zambia no podía ocultar su incomodidad. Los representantes del Reino Unido, de la URSS y EEUU no se alegraron tampoco de verle pero no exteriorizaron animadversión.
La velada acabo poco después pues el mandamás de aquel país alegando que tenia asuntos que atender dijó que debía retirarse. Ante ello los diplomáticos abandonaron el lugar, muy pocos de ellos sabiendo lo que había ocurrido esa noche y ninguno vislumbraba lo trascendental que fue que el Presidente pudiese acudir a aquella recepción.
Publicado en Maponder
MIGUEL ÁNGEL - 15-9-16
No tuvo que aguardar mucho hasta que bajo las escaleras un alto cargo del Ministerio de Exteriores local que le saludó sonrientemente estrechándose profusamente la mano, tras conminarle a seguirle subieron juntos las escaleras y accedieron al salón situado en la primera planta. Allí estaban varias decenas de invitados e invitadas que habían acudido a la recepción convocada por el Presidente.
Los tiroteos y alguna que otra explosión que se producían en la otra punta de la ciudad no podían llegar a los oídos de los asistentes a la recepción. Nunca mejor dicho la diplomacia estaba en otro mundo ajeno al real.
Los ciudadanos de aquel país habían estado padeciendo inestabilidad desde antes incluso de la reciente independencia de su país del Reino Unido, aunque ahora parecía que se vivía una nueva fase más aguda pues hacia años que la violencia no se producía en Canterbury.
Los diplomáticos estaban impacientandose cuando entro el portavoz del gobierno y les anunció que su excelencia acudiría en breve y que mientras siguiesen disfrutando de la velada, aunque muchos fruncieron el cejo y algunos empezaron a oler mal el asunto.
Quienes sabían que las cosas iban mal eran el Ministro del Interior y el Ministro de Exteriores que estaban reunidos en un despacho de un piso más arriba. Se encontraban claramente nerviosos, casi vociferaban entre sí comentando la situación mientras requerían noticias del Secretario de Información que no paraba de hacer llamadas.
El último invitado en llegar que había estado mirando el reloj al esperar en el vestíbulo se había acercado a hablar con el embajador de la India, hasta que le saludo su viejo conocido diplomático de Francia y se lo llevó discretamente fuera del cotarro principal para iniciar una conversación.
-Mi amigo Joaquín creo que algo raro esta pasando. El delegado de la DGSE de mi embajada nos dijo que debíamos estar atentos estos días y por eso nuestro embajador lleva el doble de escolta que de costumbre. Puede que esta vez tenga razón.
-No exageres Jean Pierre, esto suele ser habitual en esta nación. Llevan mucho tiempo de inestabilidad y gestionar este país recién creado no es fácil, puede que el Presidente tuviese cosas que hacer.
-Tú siempre tan tranquilo y optimista. Esperemos que tengas razón Joaquín.
Con su coche fuera de la carretera tras llevarse el guardarrail por delante y las lunas llenas de agujeros de bala el Presidente, que se hallaba en la parte trasera contemplando medio en shock al conductor asesinado, no se encontraba ni tranquilo ni optimista. Fuera del vehículo sus guardaespaldas le protegían de los soldados del retén de carreteras con que había topado la comitiva presidencial.
Afortunadamente para ellos una tanqueta acudió rauda y veloz por el asfalto dispersando con su ametralladora a los uniformados.
En el pequeño despacho de la segunda planta del edificio los dos ministros encontraban sospechoso no haber podido contactar con su compañero de gabinete encargado de la defensa, ahora sin embargo sabían el motivo. Resultaba que el Ministro de Defensa había sido retenido según les informó el jefe de la brigada de seguridad nacional que había asaltado el edificio pata recuperar el control gubernamental sobre el mismo.
Los dos hombres se miraron helados pero reaccionaron rápidamente. El Ministro del Interior se marchó rápidamente del lugar para ponerse al frente de las operaciones ahora que se confirmaba la intentona golpista.
Muy sonriente estaba el embajador de Zambia que se había acercado a Joaquín y Jean Pierre, circunstancia que no hizo ninguna gracia al representante de Sudáfrica que al verlo dejó de acercarse a ellos y se retiró.
-¿Por qué estás contento esta noche Robert? - Quiso saber Jean Pierre.
-Puede que mañana salga el sol más bonito en este país.
La respuesta los dejó sin habla unos instantes hasta que Joaquín espetó:
-El sol no siempre brilla al gusto de todos, pasa como la lluvia.
El Presidente en un nuevo coche llegó al Palacio con una gran escolta.
Su excelencia hizo una entrada triunfal en el salón. Tenía intención de impresionar a aquellos diplomático, tanto de las naciones con las que se consideraba amigo como de lss que sabía que se le oponían.
Nada más verle el embajador de Portugal y el de Sudáfrica aplaudieron a rabiar, mientras que el de Zambia no podía ocultar su incomodidad. Los representantes del Reino Unido, de la URSS y EEUU no se alegraron tampoco de verle pero no exteriorizaron animadversión.
La velada acabo poco después pues el mandamás de aquel país alegando que tenia asuntos que atender dijó que debía retirarse. Ante ello los diplomáticos abandonaron el lugar, muy pocos de ellos sabiendo lo que había ocurrido esa noche y ninguno vislumbraba lo trascendental que fue que el Presidente pudiese acudir a aquella recepción.
Publicado en Maponder
MIGUEL ÁNGEL - 15-9-16