EL DÍA DESPUÉS DEL ACUERDO NUCLEAR
El acuerdo nuclear alcanzado entre Irán y el Grupo 5+1 o Grupo 3+3 (denominación europea, pues al principio sólo negociaban con Irán los europeos y luego se sumaron EEUU, Rusia y China) supone un acontecimiento que puede marcar el futuro de Oriente Medio.
El contencioso sobre el programa nuclear iraní tiene su fundamento en los conflictos existentes en Oriente Próximo: pugna chií-sunni, confrontación árabe-israelí y las malas relaciones entre Europa y el Irán resultante de la revolución islámica. Las tensiones se incrementaron durante el mandato de Ahmadineyad y posteriormente con la derivación de la Primavera Árabe hacia el sectarismo en Oriente Medio.
Existe pavor en Israel y en las naciones árabes sunníes a que Irán se dote de armamento nuclear. Ante ello, el Estado Hebreo inició presuntamente una campaña para debilitar el programa nuclear iraní, y Arabia Saudí la reducción del precio del petróleo. No es probable que estos dos países cesen las actividades pese al acuerdo del Grupo 3+3 con Irán.
En Occidente el miedo es menor y tiene como base la percepción como amenaza del régimen de los Ayatolás y el apoyo de éste a varios grupos armados de Oriente Medio considerados terroristas por las naciones occidentales. En el momento más álgido de la disputa, las potencias de Occidente impusieron sanciones contra Teherán que a raíz del acuerdo alcanzado serán levantadas.
Las motivaciones de Irán son idénticas a las que llevaron a Siria e Irak a realizar sus programas nucleares, aunque en aquellos casos con fines armamentísticos, siendo destruidos por bombardeos de Israel. En el marco de tensión de la zona y como instrumento para lograr la hegemonía Irán opta por el desarrollo de la energía nuclear, además también se trata de un instrumento para el afianzamiento del régimen.
El régimen de los Ayatolás y EEUU llevan más de tres décadas de enemistad acentuada por la crisis de los rehenes estadounidenses, por el apoyo de EEUU a Irak en la guerra que tuvo este país con la nación persa, la elección de EEUU de aliarse con el Consejo de Cooperación del Golfo en su momento, y el enfrentamiento entre ambos en el Golfo Pérsico en el marco del tráfico del petróleo durante la guerra Irán-Irak. Es una animadversión profunda que en ninguno de los dos países desaparecerá a corto o medio plazo.
El acuerdo nuclear ha podido ser alcanzado por el interés estratégico de las partes. Los EEUU están inmersos en un proceso de reajuste de sus prioridades que les conduce a centrarse menos en Oriente Medio y más en otras zonas como Asia-Pacífico. Irán trata de que se consume el divorcio EEUU-Consejo de Cooperación del Golfo, pues eso le vendría bien en su lucha por la hegemonía en Oriente Medio contra las naciones sunníes.
También han influido mucho tanto Barack Obama como Hasán Rouhaní. El primero por su política exterior dirigida a recuperar el multilateralismo y la necesidad de apuntarse éxitos en esta materia. Mientras, el segundo es un reformista moderado que quiere la apertura del régimen, lo cual lleva a Irán a construir unas buenas relaciones con Occidente.
Los dos han tenido que lidiar con poderosas fuerzas en contra. En EEUU, los republicanos y un sector de los demócratas partidarios del derrocamiento o debilitamiento del régimen de los ayatolás, mientras que en Irán, la Guardia Revolucionaria -que como cuerpo fuertemente ideologizado no es partidaria de tratos con quien considera un enemigo de la revolución islámica – y las reticencias del líder supremo Alí Jamenei. Sin embargo, estos críticos en ambos países no arriesgarán la ruptura del acuerdo mientras les venga bien estratégicamente y puedan durante ese periodo de tiempo conseguir intereses prioritarios.
El cómo se ha logrado el acuerdo es muy revelador y refuerza a los partidarios del mismo. Con las sanciones y los ultimátums, EEUU ha mostrado una imagen de firmeza, y por otro lado, Irán con sus planes de fomentar su capacidad nuclear junto con las advertencias de las repercusiones que tendría una posición dura de Occidente hacia Teherán, ha mostrado resistencia. De otro modo no hubiesen podido firmarlo y presentarlo a nivel interno con el vigor suficiente como para tratar de contrarrestar las fuerzas que se oponían al mismo.
El día después del acuerdo nos deja con un Oriente Medio que a corto plazo no variará su dinámica. Israel proseguirá tratando de perjudicar el programa nuclear de Irán y desarrollando su sistema antimisiles de alcance medio (Onda de David) y el de largo alcance (Flecha) con un mayor respaldo financiero en estos dos últimos proyectos por parte de EEUU como medio de la Casa Blanca para tranquilizar al Estado Hebreo. Arabia Saudita continuará su guerra económica contra Irán y estará ojo avizor con las capacidades de este país para hipotéticamente producir una bomba atómica. No es probable que Arabia Saudí inicie un plan de desarrollo nuclear, a menos que pretenda un contraataque propagandístico si la pugna por la hegemonía regional va a más, pues como gran financiador del programa nuclear armamentístico de Pakistán se cree que fácilmente podría conseguir un arsenal atómico en caso de necesidad.
La visión amenazadora mutua entre EEUU e Irán se mantendrá, traduciéndose en escasa colaboración más allá de asuntos puntuales de vital interés para ambos, por la inercia histórica y la necesidad de ambos gobiernos de mantener su credibilidad a nivel interno. Por otro lado, Rusia y China ven dificultado el incremento de su influencia Oriente Próximo con el acuerdo alcanzado entre EEUU e Irán.
Por todo ello, el proceso de ratificación del acuerdo nuclear en EEUU e Irán será complicado y su cumplimiento trabado, dando una imagen de que las cosas no han cambiado, pues a corto plazo nada cambiará. Pero a medio plazo la única cosa que puede ocurrir será el desentendimiento de Washington por los temas que afectan a los países sunníes, a excepción de la defensa del petróleo, pudiendo alcanzar un cierto grado de colaboración con Teherán pero cuidándose de no enemistarse con sus hasta ahora aliados árabes.
*Lectura recomendada por el autor: “Las Alas del Águila” de Ken Follet.
Publicado en Baab al Shams
Miguel Ángel - 9-04-15
El acuerdo nuclear alcanzado entre Irán y el Grupo 5+1 o Grupo 3+3 (denominación europea, pues al principio sólo negociaban con Irán los europeos y luego se sumaron EEUU, Rusia y China) supone un acontecimiento que puede marcar el futuro de Oriente Medio.
El contencioso sobre el programa nuclear iraní tiene su fundamento en los conflictos existentes en Oriente Próximo: pugna chií-sunni, confrontación árabe-israelí y las malas relaciones entre Europa y el Irán resultante de la revolución islámica. Las tensiones se incrementaron durante el mandato de Ahmadineyad y posteriormente con la derivación de la Primavera Árabe hacia el sectarismo en Oriente Medio.
Existe pavor en Israel y en las naciones árabes sunníes a que Irán se dote de armamento nuclear. Ante ello, el Estado Hebreo inició presuntamente una campaña para debilitar el programa nuclear iraní, y Arabia Saudí la reducción del precio del petróleo. No es probable que estos dos países cesen las actividades pese al acuerdo del Grupo 3+3 con Irán.
En Occidente el miedo es menor y tiene como base la percepción como amenaza del régimen de los Ayatolás y el apoyo de éste a varios grupos armados de Oriente Medio considerados terroristas por las naciones occidentales. En el momento más álgido de la disputa, las potencias de Occidente impusieron sanciones contra Teherán que a raíz del acuerdo alcanzado serán levantadas.
Las motivaciones de Irán son idénticas a las que llevaron a Siria e Irak a realizar sus programas nucleares, aunque en aquellos casos con fines armamentísticos, siendo destruidos por bombardeos de Israel. En el marco de tensión de la zona y como instrumento para lograr la hegemonía Irán opta por el desarrollo de la energía nuclear, además también se trata de un instrumento para el afianzamiento del régimen.
El régimen de los Ayatolás y EEUU llevan más de tres décadas de enemistad acentuada por la crisis de los rehenes estadounidenses, por el apoyo de EEUU a Irak en la guerra que tuvo este país con la nación persa, la elección de EEUU de aliarse con el Consejo de Cooperación del Golfo en su momento, y el enfrentamiento entre ambos en el Golfo Pérsico en el marco del tráfico del petróleo durante la guerra Irán-Irak. Es una animadversión profunda que en ninguno de los dos países desaparecerá a corto o medio plazo.
El acuerdo nuclear ha podido ser alcanzado por el interés estratégico de las partes. Los EEUU están inmersos en un proceso de reajuste de sus prioridades que les conduce a centrarse menos en Oriente Medio y más en otras zonas como Asia-Pacífico. Irán trata de que se consume el divorcio EEUU-Consejo de Cooperación del Golfo, pues eso le vendría bien en su lucha por la hegemonía en Oriente Medio contra las naciones sunníes.
También han influido mucho tanto Barack Obama como Hasán Rouhaní. El primero por su política exterior dirigida a recuperar el multilateralismo y la necesidad de apuntarse éxitos en esta materia. Mientras, el segundo es un reformista moderado que quiere la apertura del régimen, lo cual lleva a Irán a construir unas buenas relaciones con Occidente.
Los dos han tenido que lidiar con poderosas fuerzas en contra. En EEUU, los republicanos y un sector de los demócratas partidarios del derrocamiento o debilitamiento del régimen de los ayatolás, mientras que en Irán, la Guardia Revolucionaria -que como cuerpo fuertemente ideologizado no es partidaria de tratos con quien considera un enemigo de la revolución islámica – y las reticencias del líder supremo Alí Jamenei. Sin embargo, estos críticos en ambos países no arriesgarán la ruptura del acuerdo mientras les venga bien estratégicamente y puedan durante ese periodo de tiempo conseguir intereses prioritarios.
El cómo se ha logrado el acuerdo es muy revelador y refuerza a los partidarios del mismo. Con las sanciones y los ultimátums, EEUU ha mostrado una imagen de firmeza, y por otro lado, Irán con sus planes de fomentar su capacidad nuclear junto con las advertencias de las repercusiones que tendría una posición dura de Occidente hacia Teherán, ha mostrado resistencia. De otro modo no hubiesen podido firmarlo y presentarlo a nivel interno con el vigor suficiente como para tratar de contrarrestar las fuerzas que se oponían al mismo.
El día después del acuerdo nos deja con un Oriente Medio que a corto plazo no variará su dinámica. Israel proseguirá tratando de perjudicar el programa nuclear de Irán y desarrollando su sistema antimisiles de alcance medio (Onda de David) y el de largo alcance (Flecha) con un mayor respaldo financiero en estos dos últimos proyectos por parte de EEUU como medio de la Casa Blanca para tranquilizar al Estado Hebreo. Arabia Saudita continuará su guerra económica contra Irán y estará ojo avizor con las capacidades de este país para hipotéticamente producir una bomba atómica. No es probable que Arabia Saudí inicie un plan de desarrollo nuclear, a menos que pretenda un contraataque propagandístico si la pugna por la hegemonía regional va a más, pues como gran financiador del programa nuclear armamentístico de Pakistán se cree que fácilmente podría conseguir un arsenal atómico en caso de necesidad.
La visión amenazadora mutua entre EEUU e Irán se mantendrá, traduciéndose en escasa colaboración más allá de asuntos puntuales de vital interés para ambos, por la inercia histórica y la necesidad de ambos gobiernos de mantener su credibilidad a nivel interno. Por otro lado, Rusia y China ven dificultado el incremento de su influencia Oriente Próximo con el acuerdo alcanzado entre EEUU e Irán.
Por todo ello, el proceso de ratificación del acuerdo nuclear en EEUU e Irán será complicado y su cumplimiento trabado, dando una imagen de que las cosas no han cambiado, pues a corto plazo nada cambiará. Pero a medio plazo la única cosa que puede ocurrir será el desentendimiento de Washington por los temas que afectan a los países sunníes, a excepción de la defensa del petróleo, pudiendo alcanzar un cierto grado de colaboración con Teherán pero cuidándose de no enemistarse con sus hasta ahora aliados árabes.
*Lectura recomendada por el autor: “Las Alas del Águila” de Ken Follet.
Publicado en Baab al Shams
Miguel Ángel - 9-04-15
TRANSICIONES Y GEOPOLÍTICA EN LA PRIMAVERA ÁRABE
La Primavera Árabe que forzó la caída de Ben Alí y produjo un efecto contagio en el mundo musulmán hacía presagiar un florecimiento de Oriente Medio y del Magreb a través de la reforma de sus estructuras y la toma de conciencia de sus ciudadanos. Sin embargo, los intereses en juego de los actores internacionales, las particularidades de cada sociedad, el peso de la historia y la resistencia de las fuerzas hasta entonces dominantes, convirtieron el proceso en un vía crucis que en algunos lugares ha degenerado en un infierno.
Desde el mismo momento en que la realidad empezó a cambiar con las primeras revueltas, los países de la zona empezaron a posicionarse. De hecho, las naciones del Golfo Pérsico vieron una gran oportunidad para ganar influencia en el Magreb bendiciendo los cambios y ayudando a derrocar a Gadafi. Por el contrario Buteflika, Presidente argelino, temeroso de que pudiese verse afectado su poder, actuó con presteza internamente y siguió el camino contrario.
Dentro del Magreb el caso egipcio es singular. La relación El Cairo – Consejo de Cooperación del Golfo siempre fue beneficiosa para ambas partes, por lo que la caída de Hosni Mubarak, Presidente de Egipto, era un factor de riesgo para todo el equilibrio de la zona. Aun así Qatar decidió dar su apoyo a los Hermanos Musulmanes, en una jugada arriesgada por seguir ganando influencia en el Magreb, mientras el resto de monarquías de la península arábiga observaban con preocupación. Cuando Mohamed Mursi, nuevo Presidente de Egipto tras las elecciones que se celebraron una vez derrocado Mubarak, reanudó relaciones diplomáticas entre Egipto e Irán, rotas hasta la fecha, hizo encender todas las alarmas en las capitales arábigas.
La entrada del ejército en la arena política en lo que parece indicar que es un restablecimiento parcial del régimen de corte Mubarak, tranquilizó a los países mencionados con anterioridad aunque hizo vivir una crisis en el Consejo de Cooperación del Golfo, pues Qatar era partidario de Mursi aunque no viese con buena cara la normalización de relaciones Egipto-Irán.
Sin embargo, es en Oriente Medio donde la Primavera Árabe más ha provocado reacciones y la participación de los actores ha sido más enconada. Por desgracia en esa zona las revueltas dieron paso a un enfrentamiento sectario entre suníes y chiíes.
El proyecto iraní de media luna uniendo su territorio con el Líbano, donde la rama chií de Hezbollah es poderosa, pasa por mantener al régimen alauí sirio como aliado y al partido político iraquí Dawa controlando Irak, algo muy mal visto por las naciones árabes suníes. Un Irán que decidió jugar sus cartas en la Primavera Árabe apoyando a los chiíes tanto en Yemen, que tras el derrocamiento de Saleh ahora años después está casi bajo control de los hutíes chiíes, como en Bahréin, viéndose obligado el Consejo de Cooperación del Golfo a enviar tropas militares con tal de mantener en el poder a la monarquía suní de este Estado insular miembro del organismo.
Sin embargo, es en Siria donde la “guerra fría” entre el Consejo de Seguridad del Golfo e Irán se vive con más intensidad; los partidarios de ambos están asolando un país en una guerra civil cruel y asimétrica. La financiación de las partes y el suministro de armamento así como la participación directa de Hezbollah y milicias chiíes procedentes de Irak externacionalizan el conflicto.
La constitución de un Estado yihadista en pleno Oriente Medio ha trastocado enormemente este panorama. El Estado Islámico es enemigo tanto de Irán, ya que es suní, como de los países de la zona que no son chiíes, pues es contrario a su estructura de poder, no es moldeable a su influencia y se ha hecho con el control de los recursos petrolíferos. Por tanto, tácitamente y mientras continúan su enfrentamiento, tanto Irán como los países aliados del Golfo ayudan en la lucha contra el Califato autoproclamado por los yihadistas.
En todo este escenario debe mencionarse a Turquía. Un país que está ganando importancia en los últimos años y que va trasladando el eje de su política exterior hacia Oriente Medio. El gobierno turco es uno de los grandes detractores de Bashar al-Asad y ha actuado en consecuencia, incluso tratando de conseguir una intervención militar internacional para derrocar al régimen alauí. En cambio, ha actuado poco ante el surgimiento del Estado Islámico, tardando en permitir el paso de combatientes kurdos para que pudiesen adentrarse en Siria desde Irak y el interior de Turquía, refugiados kurdos sirios, ya que no permite que acuda el PKK. Ankara trata de ganar influencia en la zona con una estrategia enigmática actuando como una parte alejada del enfrentamiento suní-chií pero con el asunto kurdo como freno en sus intenciones.
Las potencias mundiales han reaccionado tarde ante los cambios en Magreb y Oriente Medio. A pesar de que no han jugado un papel clave en el rumbo de los acontecimientos, su peso es importante y su posicionamiento clave. Los Estados Unidos, dubitativos, procedieron a implicarse en cumplimiento de la Resolución del Consejo de Seguridad sobre Libia y ahora en la lucha contra el Estado Islámico, impulsando una coalición internacional que ellos lideran. Por el contrario, Rusia, bien decidida defiende sus intereses en Siria, una base naval y sus múltiples relaciones con su aliado desde la Guerra Fría, colaborando y apoyando indirectamente al régimen de Bashar al-Assad. Mientras, China observa con atención la situación.
El Egipto resultante de la Primavera Árabe recupera su peso en la región, pudiendo lograr finalmente una tregua entre Israel y Hamás, e implicándose en una Libia que puede arrojar inestabilidad si continúa en su proceso de “somalización”. Rusia ha actuado con decisión haciendo el mismo Presidente, Vladimir Putin, una visita de Estado y prometiendo cooperación con el nuevo régimen egipcio, tanto en proyectos como en venta de armas, respondiendo Al-Sisi, Presidente de Egipto, con el establecimiento de un organismo para el estudio e impulso de las relaciones de Egipto con Rusia y China (quien discretamente también intenta ganarse el favor del régimen). La reacción de EEUU, hasta ahora aliado de Egipto, ha sido la de dar marcha atrás en su cancelación de venta de armamento militar al país del Nilo, la cual había adoptado tras el Golpe de Estado contra Mohamed Mursi, y reanudando la cooperación militar con Egipto. Por el momento, El Cairo a falta de concretar su definición en ese aspecto ha reforzado su amistad con los países del Golfo Pérsico, quienes ayudaron a consolidar al régimen egipcio tras el Golpe de Estado con una gran ayuda financiera.
Es extremadamente complejo vislumbrar escenarios en un panorama como el actual, pero si se tiene en cuenta el importante papel que juega la religión en el mundo musulmán, el enfrentamiento suní-chií, la actividad yihadista, las estructuras de cada país y la marcha de los acontecimientos, puede tratar de hacerse.
El extremismo islámico siempre saca partido de la debilidad gubernamental y de los enfrentamientos, ya se vio en Irak durante la presencia estadounidense y ahora no es una excepción. Libia, Siria, Irak y Yemen son zonas donde van a seguir creciendo los movimientos de corte yihadista, mientras que está por ver si las nuevas autoridades tunecinas pueden hacer frente a la penetración extremista, así como la evolución de la situación en el Sinaí, donde el régimen egipcio afronta problemas de seguridad.
Dos de los países citados con anterioridad, Libia y Yemen, si nada lo impide seguirán su proceso de “somalización”. La división del poder gubernamental en Libia entre islamistas y laicos con la constitución de dos parlamentos así como el avance de milicias independientes y la entrada de yihadistas así lo hacen presagiar, mientras que en Yemen la debilidad gubernamental y el avance de los hutíes así como la creciente actividad de Al Qaeda añaden gran inestabilidad a ese país, que camina hacia la desintegración estructural.
El enfrentamiento sectario proseguirá en Siria si ninguna de las partes, Irán y el Consejo de Cooperación del Golfo, da su brazo a torcer, amenazando con extenderse dicho enfrentamiento tanto a Irak como al Líbano. Precisamente en el país de los ríos Eufrates y Tigris se están dando todos los elementos necesarios para una guerra sectaria, pues la sensación de discriminación de los suníes así como la actividad de milicias chiíes luchando contra el Estado Islámico, cometiendo en ocasiones masacres sobre la población suní, acercan aún más un escenario de enfrentamiento sectario profundo. En cambio en el Líbano su relación histórica con lo que acontece en Siria y ser crisol de comunidades lo convierten en altamente inflamable. únicamente el recuerdo de la sangrienta guerra civil de la década de los ochenta y la labor de contención ha impedido que explotase, no obstante se han vivido episodios de combates esporádicos, y en el futuro cercano con un Hezbollah participando en la guerra civil siria puede llevar al Líbano al enfrentamiento interno en función de cómo evolucionen los acontecimientos en la vecina Siria.
A modo de conclusión, puede afirmarse que la Primavera Árabe ha hecho que las partes implicadas tuviesen que preocuparse por salvaguardar sus intereses y procurar que el adversario perdiese más, ya que se ha llegado a un punto de inestabilidad y reveses para cada una de las partes, y ningún país consigue avanzar en la obtención de sus objetivos. La reacción al fenómeno ha provocado casi la desintegración del Consejo de Cooperación del Golfo, que las alianzas existentes corriesen peligro o que incluso cambiasen algunas de ellas con la subida a primera línea de actores no estatales. Estamos ante un proceso – de cambio y riesgo que va a redefinir Oriente Medio y el Magreb.
Públicado en: BAAB AL SHAMS
MIGUEL ÁNGEL - 25-1-15
La Primavera Árabe que forzó la caída de Ben Alí y produjo un efecto contagio en el mundo musulmán hacía presagiar un florecimiento de Oriente Medio y del Magreb a través de la reforma de sus estructuras y la toma de conciencia de sus ciudadanos. Sin embargo, los intereses en juego de los actores internacionales, las particularidades de cada sociedad, el peso de la historia y la resistencia de las fuerzas hasta entonces dominantes, convirtieron el proceso en un vía crucis que en algunos lugares ha degenerado en un infierno.
Desde el mismo momento en que la realidad empezó a cambiar con las primeras revueltas, los países de la zona empezaron a posicionarse. De hecho, las naciones del Golfo Pérsico vieron una gran oportunidad para ganar influencia en el Magreb bendiciendo los cambios y ayudando a derrocar a Gadafi. Por el contrario Buteflika, Presidente argelino, temeroso de que pudiese verse afectado su poder, actuó con presteza internamente y siguió el camino contrario.
Dentro del Magreb el caso egipcio es singular. La relación El Cairo – Consejo de Cooperación del Golfo siempre fue beneficiosa para ambas partes, por lo que la caída de Hosni Mubarak, Presidente de Egipto, era un factor de riesgo para todo el equilibrio de la zona. Aun así Qatar decidió dar su apoyo a los Hermanos Musulmanes, en una jugada arriesgada por seguir ganando influencia en el Magreb, mientras el resto de monarquías de la península arábiga observaban con preocupación. Cuando Mohamed Mursi, nuevo Presidente de Egipto tras las elecciones que se celebraron una vez derrocado Mubarak, reanudó relaciones diplomáticas entre Egipto e Irán, rotas hasta la fecha, hizo encender todas las alarmas en las capitales arábigas.
La entrada del ejército en la arena política en lo que parece indicar que es un restablecimiento parcial del régimen de corte Mubarak, tranquilizó a los países mencionados con anterioridad aunque hizo vivir una crisis en el Consejo de Cooperación del Golfo, pues Qatar era partidario de Mursi aunque no viese con buena cara la normalización de relaciones Egipto-Irán.
Sin embargo, es en Oriente Medio donde la Primavera Árabe más ha provocado reacciones y la participación de los actores ha sido más enconada. Por desgracia en esa zona las revueltas dieron paso a un enfrentamiento sectario entre suníes y chiíes.
El proyecto iraní de media luna uniendo su territorio con el Líbano, donde la rama chií de Hezbollah es poderosa, pasa por mantener al régimen alauí sirio como aliado y al partido político iraquí Dawa controlando Irak, algo muy mal visto por las naciones árabes suníes. Un Irán que decidió jugar sus cartas en la Primavera Árabe apoyando a los chiíes tanto en Yemen, que tras el derrocamiento de Saleh ahora años después está casi bajo control de los hutíes chiíes, como en Bahréin, viéndose obligado el Consejo de Cooperación del Golfo a enviar tropas militares con tal de mantener en el poder a la monarquía suní de este Estado insular miembro del organismo.
Sin embargo, es en Siria donde la “guerra fría” entre el Consejo de Seguridad del Golfo e Irán se vive con más intensidad; los partidarios de ambos están asolando un país en una guerra civil cruel y asimétrica. La financiación de las partes y el suministro de armamento así como la participación directa de Hezbollah y milicias chiíes procedentes de Irak externacionalizan el conflicto.
La constitución de un Estado yihadista en pleno Oriente Medio ha trastocado enormemente este panorama. El Estado Islámico es enemigo tanto de Irán, ya que es suní, como de los países de la zona que no son chiíes, pues es contrario a su estructura de poder, no es moldeable a su influencia y se ha hecho con el control de los recursos petrolíferos. Por tanto, tácitamente y mientras continúan su enfrentamiento, tanto Irán como los países aliados del Golfo ayudan en la lucha contra el Califato autoproclamado por los yihadistas.
En todo este escenario debe mencionarse a Turquía. Un país que está ganando importancia en los últimos años y que va trasladando el eje de su política exterior hacia Oriente Medio. El gobierno turco es uno de los grandes detractores de Bashar al-Asad y ha actuado en consecuencia, incluso tratando de conseguir una intervención militar internacional para derrocar al régimen alauí. En cambio, ha actuado poco ante el surgimiento del Estado Islámico, tardando en permitir el paso de combatientes kurdos para que pudiesen adentrarse en Siria desde Irak y el interior de Turquía, refugiados kurdos sirios, ya que no permite que acuda el PKK. Ankara trata de ganar influencia en la zona con una estrategia enigmática actuando como una parte alejada del enfrentamiento suní-chií pero con el asunto kurdo como freno en sus intenciones.
Las potencias mundiales han reaccionado tarde ante los cambios en Magreb y Oriente Medio. A pesar de que no han jugado un papel clave en el rumbo de los acontecimientos, su peso es importante y su posicionamiento clave. Los Estados Unidos, dubitativos, procedieron a implicarse en cumplimiento de la Resolución del Consejo de Seguridad sobre Libia y ahora en la lucha contra el Estado Islámico, impulsando una coalición internacional que ellos lideran. Por el contrario, Rusia, bien decidida defiende sus intereses en Siria, una base naval y sus múltiples relaciones con su aliado desde la Guerra Fría, colaborando y apoyando indirectamente al régimen de Bashar al-Assad. Mientras, China observa con atención la situación.
El Egipto resultante de la Primavera Árabe recupera su peso en la región, pudiendo lograr finalmente una tregua entre Israel y Hamás, e implicándose en una Libia que puede arrojar inestabilidad si continúa en su proceso de “somalización”. Rusia ha actuado con decisión haciendo el mismo Presidente, Vladimir Putin, una visita de Estado y prometiendo cooperación con el nuevo régimen egipcio, tanto en proyectos como en venta de armas, respondiendo Al-Sisi, Presidente de Egipto, con el establecimiento de un organismo para el estudio e impulso de las relaciones de Egipto con Rusia y China (quien discretamente también intenta ganarse el favor del régimen). La reacción de EEUU, hasta ahora aliado de Egipto, ha sido la de dar marcha atrás en su cancelación de venta de armamento militar al país del Nilo, la cual había adoptado tras el Golpe de Estado contra Mohamed Mursi, y reanudando la cooperación militar con Egipto. Por el momento, El Cairo a falta de concretar su definición en ese aspecto ha reforzado su amistad con los países del Golfo Pérsico, quienes ayudaron a consolidar al régimen egipcio tras el Golpe de Estado con una gran ayuda financiera.
Es extremadamente complejo vislumbrar escenarios en un panorama como el actual, pero si se tiene en cuenta el importante papel que juega la religión en el mundo musulmán, el enfrentamiento suní-chií, la actividad yihadista, las estructuras de cada país y la marcha de los acontecimientos, puede tratar de hacerse.
El extremismo islámico siempre saca partido de la debilidad gubernamental y de los enfrentamientos, ya se vio en Irak durante la presencia estadounidense y ahora no es una excepción. Libia, Siria, Irak y Yemen son zonas donde van a seguir creciendo los movimientos de corte yihadista, mientras que está por ver si las nuevas autoridades tunecinas pueden hacer frente a la penetración extremista, así como la evolución de la situación en el Sinaí, donde el régimen egipcio afronta problemas de seguridad.
Dos de los países citados con anterioridad, Libia y Yemen, si nada lo impide seguirán su proceso de “somalización”. La división del poder gubernamental en Libia entre islamistas y laicos con la constitución de dos parlamentos así como el avance de milicias independientes y la entrada de yihadistas así lo hacen presagiar, mientras que en Yemen la debilidad gubernamental y el avance de los hutíes así como la creciente actividad de Al Qaeda añaden gran inestabilidad a ese país, que camina hacia la desintegración estructural.
El enfrentamiento sectario proseguirá en Siria si ninguna de las partes, Irán y el Consejo de Cooperación del Golfo, da su brazo a torcer, amenazando con extenderse dicho enfrentamiento tanto a Irak como al Líbano. Precisamente en el país de los ríos Eufrates y Tigris se están dando todos los elementos necesarios para una guerra sectaria, pues la sensación de discriminación de los suníes así como la actividad de milicias chiíes luchando contra el Estado Islámico, cometiendo en ocasiones masacres sobre la población suní, acercan aún más un escenario de enfrentamiento sectario profundo. En cambio en el Líbano su relación histórica con lo que acontece en Siria y ser crisol de comunidades lo convierten en altamente inflamable. únicamente el recuerdo de la sangrienta guerra civil de la década de los ochenta y la labor de contención ha impedido que explotase, no obstante se han vivido episodios de combates esporádicos, y en el futuro cercano con un Hezbollah participando en la guerra civil siria puede llevar al Líbano al enfrentamiento interno en función de cómo evolucionen los acontecimientos en la vecina Siria.
A modo de conclusión, puede afirmarse que la Primavera Árabe ha hecho que las partes implicadas tuviesen que preocuparse por salvaguardar sus intereses y procurar que el adversario perdiese más, ya que se ha llegado a un punto de inestabilidad y reveses para cada una de las partes, y ningún país consigue avanzar en la obtención de sus objetivos. La reacción al fenómeno ha provocado casi la desintegración del Consejo de Cooperación del Golfo, que las alianzas existentes corriesen peligro o que incluso cambiasen algunas de ellas con la subida a primera línea de actores no estatales. Estamos ante un proceso – de cambio y riesgo que va a redefinir Oriente Medio y el Magreb.
Públicado en: BAAB AL SHAMS
MIGUEL ÁNGEL - 25-1-15
EL EIIL ALTERA LA GEOPOLÍTICA DE ORIENTE MEDIO
La toma de casi todo el norte y oeste de Irak por parte del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), con la resistencia del Kurdistán, ha consolidado a un actor armado no estatal de índole yihadista en pleno Oriente Medio. Con sus feudos construidos a raíz de la cruenta guerra civil siria en el este y norte de ese país y sus actuales conquistas en Irak, el peso de este grupo terrorista se ha hecho realmente enorme y recaudan al día más de tres millones de euros en ventas de petróleo, ya que tanto Mosul como las provincias sirias que domina son zonas bastante ricas en oro negro.
Es muy relevante el cambio que ha dado el EIIL tras obtener esa gran presencia en Irak. Antes era una fuerza englobada dentro de la guerra civil siria y ahora ha adquirido una dimensión regional adentrándose en la dinámica iraquí, es decir, ahora no está limitado a la realidad siria y constituye un ente autónomo que influye en toda la geopolítica de la región.
La rápida irrupción del grupo en Irak se explica por el apoyo que ha recibido de fuerzas del partido Baaz iraquí, del antiguo ejército de ese país y por parte de la población sunní que se siente discriminada con las políticas de la fuerza política chíi Al Dawa que gobierna en el país bañado por el Tigris y el Éufrates.
El polvorín iraquí ha recibido nuevas toneladas de explosivos con la entrada del EIIL. El riesgo de guerra civil en Irak nunca ha sido tan grave como hasta ahora, ni siquiera con la creación del ejército de Muqtada al Sadr durante la presencia de EEUU en Irak tras la invasión del país, ya que los chiíes del sur se han movilizado y enviado milicias al norte, para salvar Bagdad y expulsar al EIIL de Irak.
Precisamente, en la localidad de Bin Wadis, una de estas milicias desplazadas hacia el frente asesinó recientemente a setenta sunníes que rezaban en una mezquita, lo que acentúa el descontento de la población sunní iraquí. Debe destacarse que varias milicias chiíes de Irak han estado combatiendo en la guerra civil siria del lado del régimen alauita de Al-Assad, una corriente religiosa ligada al chiísmo. De hecho, algunas como Asa’ib Ahl al-Haq (la Liga de los Justos) tienen lazos con la milicia Al Quds iraní siendo entrenadas por ésta. Con ello el enfrentamiento entre sunníes y chiítas suma un nuevo escenario donde se libra.
En medio de este enfrentamiento sectario en el que se sumerge Irak, se halla el Kurdistán iraquí. La Región Autónoma del Kurdistán fue legalmente creada tras la intervención de EEUU en Irak, pero existe de facto desde la aplicación de las zonas de exclusión aérea en Irak tras la primera guerra del Golfo para frenar el exterminio tanto de chiíes como de kurdos por parte de Sadam Hussein. Esta región ha vivido tradicionalmente ajena a los conflictos entre árabes sunníes y árabes chiítas – ya que los kurdos pese a ser mayoritariamente sunníes, no son étnicamente árabes como la mayoría del resto de Oriente Medio-, pero ahora se han visto de lleno afectados por el ciclón yihadista.
La rivalidad entre árabes y kurdos viene de siglos atrás. Tras varios choques después de la descolonización occidental de Oriente Medio se crearon diversos grupos sectarios locales a finales de los noventa auspiciados por el régimen de Sadam Hussein para afectar al ente kurdo, entre los cuales estaban el embrión originario del EIIL, que se metamorfoseó tras la invasión estadounidense de Irak. De ahí que los yihadistas lanzaran una ofensiva sobre Arbil, capital del Kurdistán iraquí, e hiciesen una limpieza étnica de esta zona contra kurdos y demás grupos como los yazidíes, antes que preferir avanzar hacía Bagdad.
La situación geopolítica de Oriente Medio ha cambiado profundamente. La rivalidad histórica persa-árabe se ha visto agravada por la confrontación religiosa entre chiíes y sunníes, que ha creado varios enfrentamientos en distintos países.
El Consejo de Cooperación del Golfo no está nada contento con que los sunníes hayan dejado de gobernar Irak desde la invasión estadounidense. Si bien se alegran de que la influencia del eje chií se debilite, la aparición de facto de un Estado yihadista les preocupa por varios motivos pese a que sean sunníes; primero por su radicalismo, segundo por ser independiente y un modelo distinto al que representan, y tercero porque pone en riesgo el petróleo. Es decir, que para ellos en este caso el lema de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” no es aplicable, aunque un EIIL no tan fuerte sí les beneficia porque debilita al eje chií en Irak y Siria.
En esta maraña de intereses geopolíticos el EIIL, como ente yihadista, pretende derrocar al régimen sirio y tomar Bagdad creando un ente con las áreas sunníes de Siria todo el país menos el litoral de mayoría alauita) e Irak (norte y centro), otra cosa es su sueño de un califato islámico liderado por su líder Abu Bakr al Baghadadi. Ello supondría la emergencia de una potencia regional importante con bastantes recursos, infraestructura y peso. De crearse ese escenario, no sería nada descartable la partición de Irak con un estado chií de facto en el sur del país, pues la integración de ese territorio en Irán no sería aceptado por los países que constituyen el Consejo de Cooperación del Golfo. También supondría que la Región Autónoma del Kurdistán, de sobrevivir ante un EIIL tan fuerte, podría consolidarse más como un Estado de facto e incluso obtener cierto reconocimiento internacional, con lo que Turquía probablemente actuaría creando un nuevo conflicto en la zona.
La movilización por la consolidación del EIIL tiene muchos enemigos declarados, no sólo por parte del eje chií y las fuerzas peshmergas de la Región Autónoma del Kurdistán sino también los países occidentales, muy temerosos del santuario que han logrado crear los yihadistas. Es bastante probable que la confluencia de ellos, coordinados o no, consiga el debilitamiento del EIIL, que en ese supuesto perdería gran parte de su presencia en Irak, volviendo a convertirse exclusivamente en una fuerza dentro de la guerra civil siria.
Ese resultado fortalecería al régimen de Al-Asad y aseguraría de nuevo el control de Irak por parte de los chiítas, algo que no quiere el Consejo de Cooperación del Golfo, por lo que cualquier intervención contra el EIIL debe tener en cuenta que la victoria total sobre el EIIL perjudicaría a una de las partes de la confrontación sunni-chií en una región muy volátil. El control chiíta de Irak supondría el divorcio entre EEUU y el Consejo de Cooperación del Golfo. En parte por ello, bajo la promesa de Obama de no enviar tropas de tierra a Irak, la intervención occidental contra el EIIL se limitará a bombardeos contra las posiciones yihadistas, evitando influir en la confrontación religiosa y de potencias que vive Oriente Medio. En consecuencia, la fase forzosa de “adelgazamiento” del EIIL ha comenzado.
Publicado en: BAAB AL SHAMS
MIGUEL ÁNGEL - 9-09-14
La toma de casi todo el norte y oeste de Irak por parte del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), con la resistencia del Kurdistán, ha consolidado a un actor armado no estatal de índole yihadista en pleno Oriente Medio. Con sus feudos construidos a raíz de la cruenta guerra civil siria en el este y norte de ese país y sus actuales conquistas en Irak, el peso de este grupo terrorista se ha hecho realmente enorme y recaudan al día más de tres millones de euros en ventas de petróleo, ya que tanto Mosul como las provincias sirias que domina son zonas bastante ricas en oro negro.
Es muy relevante el cambio que ha dado el EIIL tras obtener esa gran presencia en Irak. Antes era una fuerza englobada dentro de la guerra civil siria y ahora ha adquirido una dimensión regional adentrándose en la dinámica iraquí, es decir, ahora no está limitado a la realidad siria y constituye un ente autónomo que influye en toda la geopolítica de la región.
La rápida irrupción del grupo en Irak se explica por el apoyo que ha recibido de fuerzas del partido Baaz iraquí, del antiguo ejército de ese país y por parte de la población sunní que se siente discriminada con las políticas de la fuerza política chíi Al Dawa que gobierna en el país bañado por el Tigris y el Éufrates.
El polvorín iraquí ha recibido nuevas toneladas de explosivos con la entrada del EIIL. El riesgo de guerra civil en Irak nunca ha sido tan grave como hasta ahora, ni siquiera con la creación del ejército de Muqtada al Sadr durante la presencia de EEUU en Irak tras la invasión del país, ya que los chiíes del sur se han movilizado y enviado milicias al norte, para salvar Bagdad y expulsar al EIIL de Irak.
Precisamente, en la localidad de Bin Wadis, una de estas milicias desplazadas hacia el frente asesinó recientemente a setenta sunníes que rezaban en una mezquita, lo que acentúa el descontento de la población sunní iraquí. Debe destacarse que varias milicias chiíes de Irak han estado combatiendo en la guerra civil siria del lado del régimen alauita de Al-Assad, una corriente religiosa ligada al chiísmo. De hecho, algunas como Asa’ib Ahl al-Haq (la Liga de los Justos) tienen lazos con la milicia Al Quds iraní siendo entrenadas por ésta. Con ello el enfrentamiento entre sunníes y chiítas suma un nuevo escenario donde se libra.
En medio de este enfrentamiento sectario en el que se sumerge Irak, se halla el Kurdistán iraquí. La Región Autónoma del Kurdistán fue legalmente creada tras la intervención de EEUU en Irak, pero existe de facto desde la aplicación de las zonas de exclusión aérea en Irak tras la primera guerra del Golfo para frenar el exterminio tanto de chiíes como de kurdos por parte de Sadam Hussein. Esta región ha vivido tradicionalmente ajena a los conflictos entre árabes sunníes y árabes chiítas – ya que los kurdos pese a ser mayoritariamente sunníes, no son étnicamente árabes como la mayoría del resto de Oriente Medio-, pero ahora se han visto de lleno afectados por el ciclón yihadista.
La rivalidad entre árabes y kurdos viene de siglos atrás. Tras varios choques después de la descolonización occidental de Oriente Medio se crearon diversos grupos sectarios locales a finales de los noventa auspiciados por el régimen de Sadam Hussein para afectar al ente kurdo, entre los cuales estaban el embrión originario del EIIL, que se metamorfoseó tras la invasión estadounidense de Irak. De ahí que los yihadistas lanzaran una ofensiva sobre Arbil, capital del Kurdistán iraquí, e hiciesen una limpieza étnica de esta zona contra kurdos y demás grupos como los yazidíes, antes que preferir avanzar hacía Bagdad.
La situación geopolítica de Oriente Medio ha cambiado profundamente. La rivalidad histórica persa-árabe se ha visto agravada por la confrontación religiosa entre chiíes y sunníes, que ha creado varios enfrentamientos en distintos países.
El Consejo de Cooperación del Golfo no está nada contento con que los sunníes hayan dejado de gobernar Irak desde la invasión estadounidense. Si bien se alegran de que la influencia del eje chií se debilite, la aparición de facto de un Estado yihadista les preocupa por varios motivos pese a que sean sunníes; primero por su radicalismo, segundo por ser independiente y un modelo distinto al que representan, y tercero porque pone en riesgo el petróleo. Es decir, que para ellos en este caso el lema de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” no es aplicable, aunque un EIIL no tan fuerte sí les beneficia porque debilita al eje chií en Irak y Siria.
En esta maraña de intereses geopolíticos el EIIL, como ente yihadista, pretende derrocar al régimen sirio y tomar Bagdad creando un ente con las áreas sunníes de Siria todo el país menos el litoral de mayoría alauita) e Irak (norte y centro), otra cosa es su sueño de un califato islámico liderado por su líder Abu Bakr al Baghadadi. Ello supondría la emergencia de una potencia regional importante con bastantes recursos, infraestructura y peso. De crearse ese escenario, no sería nada descartable la partición de Irak con un estado chií de facto en el sur del país, pues la integración de ese territorio en Irán no sería aceptado por los países que constituyen el Consejo de Cooperación del Golfo. También supondría que la Región Autónoma del Kurdistán, de sobrevivir ante un EIIL tan fuerte, podría consolidarse más como un Estado de facto e incluso obtener cierto reconocimiento internacional, con lo que Turquía probablemente actuaría creando un nuevo conflicto en la zona.
La movilización por la consolidación del EIIL tiene muchos enemigos declarados, no sólo por parte del eje chií y las fuerzas peshmergas de la Región Autónoma del Kurdistán sino también los países occidentales, muy temerosos del santuario que han logrado crear los yihadistas. Es bastante probable que la confluencia de ellos, coordinados o no, consiga el debilitamiento del EIIL, que en ese supuesto perdería gran parte de su presencia en Irak, volviendo a convertirse exclusivamente en una fuerza dentro de la guerra civil siria.
Ese resultado fortalecería al régimen de Al-Asad y aseguraría de nuevo el control de Irak por parte de los chiítas, algo que no quiere el Consejo de Cooperación del Golfo, por lo que cualquier intervención contra el EIIL debe tener en cuenta que la victoria total sobre el EIIL perjudicaría a una de las partes de la confrontación sunni-chií en una región muy volátil. El control chiíta de Irak supondría el divorcio entre EEUU y el Consejo de Cooperación del Golfo. En parte por ello, bajo la promesa de Obama de no enviar tropas de tierra a Irak, la intervención occidental contra el EIIL se limitará a bombardeos contra las posiciones yihadistas, evitando influir en la confrontación religiosa y de potencias que vive Oriente Medio. En consecuencia, la fase forzosa de “adelgazamiento” del EIIL ha comenzado.
Publicado en: BAAB AL SHAMS
MIGUEL ÁNGEL - 9-09-14