LOS ECOS DEL PASADO QUE ATORMENTAN AFGANISTÁN
El país centroasiático como cruce de caminos siempre ha sufrido diversas invasiones a lo largo de su historia y circunstancias propias que han marcado su destino hasta convertirlo en el país que es hoy. Es destacable la pasión de sus habitantes quienes se opusieron con furia a todos sus invasores, desde árabes a soviéticos pasando por mongoles y británicos, y la vehemencia que pusieron en sus disputas internas tanto por sucesiones monárquicas entre los S. XVIII y XIX como por el modelo de Estado en el S. XX.
El primer gran suceso que afecta hoy en día a Afganistán fue la decisión británica de imponer la línea Durand de separación entre este país y la India bajo control británico. Ante lo costoso que les suponía mantener la nación centroasiática bajo su dominio y el sin fin de pérdidas que sufrieron decidieron dividir a la etnia pastún, dejando el Baluchistán bajo su influencia directa y el resto de Afganistán bajo protectorado.
Este hecho no solo provocó la tensión entre Afganistán y Pakistán por el Baluchistán que les influyó a la hora de escoger bando durante la Guerra Fría, sino que también es un factor desestabilizador hoy en día en Pakistán pues el Waziristán dominado por los talibanés es un antiguo territorio pastún afgano.
La brecha entre el conservadurismo, que representa darle la importancia al Islam en la sociedad y el progresismo, cuya bandera es la apertura del país, ha supuesto el eje central de la división interna de Afganistán desde el S. XX hasta la actualidad. Los talibanes con su interpretación estricta del Corán no son pioneros, ya que los diferentes gobiernos monárquicos del país tuvieron infinidad de problemas al tratar de secularizar el país. Ejemplos de esto son la guerra civil que destronó al rey Amanulá a finales de la década de los años veinte del S. XX, la destitución del jefe del ejecutivo Sirdar Shan Jan en 1.952 y otros problemas con que se topó el monarca Zahir Shah hasta su derrocamiento en 1.973.
Este periodo estuvo lleno de guiños a las corrientes religiosas para que apoyasen la modernización del país, que implicaba seguir dándole una presencia más o menos importante al Islam. Se vivieron, retrocesos conservadores reinstaurando el “orden islámico” como eje rector del Estado como ejemplo de esto fue la Constitución de 1.931. Pese a todas las reformas que se propusieron en casi todas ellas se seguía definiendo al Estado como islámico, destacando un paralelismo con el presente. Los gobiernos de Karzai y el actual entre Ashraf Ghani y Abudullah Abudullah tratan de reformar el país topándose con una firme resistencia conservadora tradicionalista, de nada ha servido una Constitución poco secular como la que actualmente tiene Afganistán para contentar a los talibanes.
No obstante el origen de la situación actual ha sido fruto de la desintegración de las estructuras del Estado y de la guerra civil afgana en la década de los noventa, que marcó la consolidación del movimiento Talibán como consecuencia de, la invasión soviética y la Guerra Fría.
Es irónico que el primer país que reconoció el poder bolchevique en Rusia y que mantuvo una gran amistad con ese régimen en varios periodos, especialmente en la década de los veinte y los sesenta del S. XX, acabase siendo invadido por la URSS.
La amistad afgano-soviética, extraña ya que el primero era un régimen monárquico y el segundo un régimen comunista. Se explica primero por la oposición afgana al colonialismo británico y al apoyo que EEUU (Estados Unidos) le brindó a Pakistán frente a la India, estando por medio el asunto del contencioso de Afganistán con Pakistán por la soberanía del Baluchistán. El rey Zahir Shah trató de sacar beneficios de ambos bandos sin acabar de comprometerse con ninguno, aunque la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) le ofreciese apoyo en la cuestión de la división de los pastunes frente a Pakistán, pero las presiones de Washington para que entrase en el Pacto de Bagdad (con Turquía, Pakistán, Irán e Irak como firmes opositores de la URSS) y una suculenta oferta de Nikita Jrushchov fomento el vínculo de Afganistán con Moscú.
El derrocamiento de la monarquía cuando está había empezado un profundo proceso de modernización, que incluía una nueva Constitución y elecciones libres, por la oposición izquierdista que trataba no solo de llegar al poder sino también de resistir a la prohibición a que la monarquía quería someterles, acabó derrocando al rey Zahir Shah.
El poder pasó a ocuparlo Mohammed Daud Khan quien acabó por desvincularse de los comunistas imponiendo una Constitución de partido único y pasando a perseguir a todos los disidentes, incluyendo los comunistas. La URSS temerosa de que naciese en su frontera una versión contraria al socialismo que ella propugnaba y de que Pekín pudiese encontrar un nuevo aliado en su confrontación con Moscú por llevar la bandera del socialismo, así como por su ambición de aumentar su esfera de influencia y consolidar un Estado tapón en su frontera sur, decidió actuar en Afganistán. Una primera intervención fue el golpe de Estado que derroco a Daud en 1.978, pero el periodo de caos que siguió y el golpe de Estado de Hafizullah Amín del año siguiente contra el hombre que habían puesto los soviéticos en el poder, propiciaron que la Unión Soviética actuase de forma directa invadiendo el país.
Desde el primer momento el intento tanto izquierdista de Daud como luego comunista chocaba con las costumbres afganas y de forma brutal con el Islam. La amalgama de fuerzas resistentes, en las que se incluían también los maoístas, estaban lideradas por fuerzas islamistas que incluían por ejemplo la participación de los Hermanos Musulmanes.
La caída del régimen de Mohammad Najibula en 1.992 tras la retirada del ejército soviético tres años antes propicia el fin de las instituciones del Estado y la desmembración de los muyahidines en distintos grupos que se disputan el poder. Nacen de este modo los talibanés y la Alianza del Norte disputándose la influencia tomando la capital los primeros y haciendo recular al norte a sus enemigos.
En este capítulo de la historia también la influencia geopolítica mundial influye, pues los talibanes contaron con apoyo de Pakistán y directamente con la participación de yihadistas como Osama Bin Laden.
Actualmente tras el inicio de la intervención internacional en 2.001, Afganistán es un país enfangado e inmerso en una guerra civil entre un grupo extremista, ya que el resto de antiguos muyahidines han acabado aceptando las reformas en el país y la asistencia internacional gracias en parte al establecimiento de una Constitución tan poco secular, y un gobierno que pretende modernizar el país. Es una reedición actual del tradicional enfrentamiento entre conservadores y reformistas que tanto marcó al país durante el S. XX.
En el coctel explosivo afgano la colonización británica, la división de los pastunes en dos países, la invasión soviética, la pretensión de influjo ideológico en el movimiento muyahidín por parte de países del Golfo Pérsico, el enclave de la sociedad en el conservadurismo y una modernización que no se pudo cuajar explican la situación de Afganistán y amenazan con seguir atormentándolo durante décadas.
Publicado en Baab al Shams
MIGUEL ÁNGEL - 15-12-14
El país centroasiático como cruce de caminos siempre ha sufrido diversas invasiones a lo largo de su historia y circunstancias propias que han marcado su destino hasta convertirlo en el país que es hoy. Es destacable la pasión de sus habitantes quienes se opusieron con furia a todos sus invasores, desde árabes a soviéticos pasando por mongoles y británicos, y la vehemencia que pusieron en sus disputas internas tanto por sucesiones monárquicas entre los S. XVIII y XIX como por el modelo de Estado en el S. XX.
El primer gran suceso que afecta hoy en día a Afganistán fue la decisión británica de imponer la línea Durand de separación entre este país y la India bajo control británico. Ante lo costoso que les suponía mantener la nación centroasiática bajo su dominio y el sin fin de pérdidas que sufrieron decidieron dividir a la etnia pastún, dejando el Baluchistán bajo su influencia directa y el resto de Afganistán bajo protectorado.
Este hecho no solo provocó la tensión entre Afganistán y Pakistán por el Baluchistán que les influyó a la hora de escoger bando durante la Guerra Fría, sino que también es un factor desestabilizador hoy en día en Pakistán pues el Waziristán dominado por los talibanés es un antiguo territorio pastún afgano.
La brecha entre el conservadurismo, que representa darle la importancia al Islam en la sociedad y el progresismo, cuya bandera es la apertura del país, ha supuesto el eje central de la división interna de Afganistán desde el S. XX hasta la actualidad. Los talibanes con su interpretación estricta del Corán no son pioneros, ya que los diferentes gobiernos monárquicos del país tuvieron infinidad de problemas al tratar de secularizar el país. Ejemplos de esto son la guerra civil que destronó al rey Amanulá a finales de la década de los años veinte del S. XX, la destitución del jefe del ejecutivo Sirdar Shan Jan en 1.952 y otros problemas con que se topó el monarca Zahir Shah hasta su derrocamiento en 1.973.
Este periodo estuvo lleno de guiños a las corrientes religiosas para que apoyasen la modernización del país, que implicaba seguir dándole una presencia más o menos importante al Islam. Se vivieron, retrocesos conservadores reinstaurando el “orden islámico” como eje rector del Estado como ejemplo de esto fue la Constitución de 1.931. Pese a todas las reformas que se propusieron en casi todas ellas se seguía definiendo al Estado como islámico, destacando un paralelismo con el presente. Los gobiernos de Karzai y el actual entre Ashraf Ghani y Abudullah Abudullah tratan de reformar el país topándose con una firme resistencia conservadora tradicionalista, de nada ha servido una Constitución poco secular como la que actualmente tiene Afganistán para contentar a los talibanes.
No obstante el origen de la situación actual ha sido fruto de la desintegración de las estructuras del Estado y de la guerra civil afgana en la década de los noventa, que marcó la consolidación del movimiento Talibán como consecuencia de, la invasión soviética y la Guerra Fría.
Es irónico que el primer país que reconoció el poder bolchevique en Rusia y que mantuvo una gran amistad con ese régimen en varios periodos, especialmente en la década de los veinte y los sesenta del S. XX, acabase siendo invadido por la URSS.
La amistad afgano-soviética, extraña ya que el primero era un régimen monárquico y el segundo un régimen comunista. Se explica primero por la oposición afgana al colonialismo británico y al apoyo que EEUU (Estados Unidos) le brindó a Pakistán frente a la India, estando por medio el asunto del contencioso de Afganistán con Pakistán por la soberanía del Baluchistán. El rey Zahir Shah trató de sacar beneficios de ambos bandos sin acabar de comprometerse con ninguno, aunque la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) le ofreciese apoyo en la cuestión de la división de los pastunes frente a Pakistán, pero las presiones de Washington para que entrase en el Pacto de Bagdad (con Turquía, Pakistán, Irán e Irak como firmes opositores de la URSS) y una suculenta oferta de Nikita Jrushchov fomento el vínculo de Afganistán con Moscú.
El derrocamiento de la monarquía cuando está había empezado un profundo proceso de modernización, que incluía una nueva Constitución y elecciones libres, por la oposición izquierdista que trataba no solo de llegar al poder sino también de resistir a la prohibición a que la monarquía quería someterles, acabó derrocando al rey Zahir Shah.
El poder pasó a ocuparlo Mohammed Daud Khan quien acabó por desvincularse de los comunistas imponiendo una Constitución de partido único y pasando a perseguir a todos los disidentes, incluyendo los comunistas. La URSS temerosa de que naciese en su frontera una versión contraria al socialismo que ella propugnaba y de que Pekín pudiese encontrar un nuevo aliado en su confrontación con Moscú por llevar la bandera del socialismo, así como por su ambición de aumentar su esfera de influencia y consolidar un Estado tapón en su frontera sur, decidió actuar en Afganistán. Una primera intervención fue el golpe de Estado que derroco a Daud en 1.978, pero el periodo de caos que siguió y el golpe de Estado de Hafizullah Amín del año siguiente contra el hombre que habían puesto los soviéticos en el poder, propiciaron que la Unión Soviética actuase de forma directa invadiendo el país.
Desde el primer momento el intento tanto izquierdista de Daud como luego comunista chocaba con las costumbres afganas y de forma brutal con el Islam. La amalgama de fuerzas resistentes, en las que se incluían también los maoístas, estaban lideradas por fuerzas islamistas que incluían por ejemplo la participación de los Hermanos Musulmanes.
La caída del régimen de Mohammad Najibula en 1.992 tras la retirada del ejército soviético tres años antes propicia el fin de las instituciones del Estado y la desmembración de los muyahidines en distintos grupos que se disputan el poder. Nacen de este modo los talibanés y la Alianza del Norte disputándose la influencia tomando la capital los primeros y haciendo recular al norte a sus enemigos.
En este capítulo de la historia también la influencia geopolítica mundial influye, pues los talibanes contaron con apoyo de Pakistán y directamente con la participación de yihadistas como Osama Bin Laden.
Actualmente tras el inicio de la intervención internacional en 2.001, Afganistán es un país enfangado e inmerso en una guerra civil entre un grupo extremista, ya que el resto de antiguos muyahidines han acabado aceptando las reformas en el país y la asistencia internacional gracias en parte al establecimiento de una Constitución tan poco secular, y un gobierno que pretende modernizar el país. Es una reedición actual del tradicional enfrentamiento entre conservadores y reformistas que tanto marcó al país durante el S. XX.
En el coctel explosivo afgano la colonización británica, la división de los pastunes en dos países, la invasión soviética, la pretensión de influjo ideológico en el movimiento muyahidín por parte de países del Golfo Pérsico, el enclave de la sociedad en el conservadurismo y una modernización que no se pudo cuajar explican la situación de Afganistán y amenazan con seguir atormentándolo durante décadas.
Publicado en Baab al Shams
MIGUEL ÁNGEL - 15-12-14
AFGANISTÁN ANTE LA ENCRUCIJADA: ¿REGRESIÓN O UNA NUEVA VÍA?
Pese a la reciente creación de un gobierno de unidad nacional el pasado mes de septiembre, el movimiento Talibán aún hoy sigue teniendo mucha fuerza en Afganistán. Desde que fue expulsado del poder en 2001 por Estados Unidos, ha estado librando una guerra de desgaste y de guerrillas contra las fuerzas internacionales (la ISAF, que busca asistir al país y la Operación Libertad Duradera lideradas por EEUU que se centran en combatir a los talibanes) y las del gobierno afgano.
La fundamentalización de la lucha se acentúo conforme avanzaba la guerra contra la invasión soviética que buscaba imponer un Estado satélite en la zona sur del país, y ello dio origen a la consolidación de este movimiento profundamente religioso, disciplinado y avezado en la guerra de guerrillas. Ante la retirada del invasor, acabo tomando el poder aprovechando la ausencia de un Estado sólido. Sin embargo nunca terminaron de controlar el país, ya que la Alianza del Norte resistió, prolongándose la guerra civil hasta la intervención internacional en 2001.
La lucha de los talibanes por imponerse en Afganistán todo este tiempo se centra sobre todo en su objetivo de instaurar en el país la Sharía, ley islámica, y su interpretación estricta del Corán. Por ello no casa en absoluto con prácticamente ninguna otra facción afgana ni con el gobierno surgido de la intervención internacional. Ni siquiera una Constitución no secular que incluye concesiones al fundamentalismo (como castigar la apostasía y definir al Estado como islámico) ha convencido a los talibanes para integrarse en la vida política y cívica de la nación.
Debe precisarse que el movimiento Talibán no solo tiene presencia en Afganistán, aunque es donde tradicionalmente centra sus ambiciones. Desde la época de la invasión soviética en el norte montañoso de Pakistán, donde se establecieron las bases de la resistencia, se fueron consolidando los postulados radicales de esta facción acabando incluso por sustituir en gran medida a la autoridad gubernamental pakistaní. Ha sido precisamente gracias a su expansión o internacionalización que han conseguido resistir y potenciarse, pese a los bombardeos con drones que realiza EEUU en este territorio.
La alianza entre Ashraf Ghani y Abdullah Abdullah puede dar grandes frutos, pese a que una gran presencia Talibán en amplios puntos del país amenaza con socavar la autoridad del Estado e incluso derrocarlo. Ahora que las tropas internacionales han traspasado en todo el territorio la seguridad a las fuerzas nacionales, el futuro es incierto.
Las autoridades de Kabul llevan años tratando de negociar con los talibanes un acuerdo para que éstos cesen la lucha, pero no ha sido posible dado el radicalismo de éstos y el terreno que han ido ganando. Pese al fracaso de esta vía, el gobierno afgano sigue intentando negociar a sabiendas de que es lo único que puede salvar al país de muchos lustros de sangrienta lucha y más penurias para la población.
Ahora bien, aun suponiendo que los talibanes apostasen por una solución política, cabe preguntarse cómo podría ser ese acuerdo y las consecuencias del mismo, tanto para el país como para la comunidad internacional.
Cualquier hipotético entendimiento con los talibanes incluiría la ruptura del pacto de seguridad firmado recientemente entre Afganistán y la coalición internacional, un mayor peso del islamismo en la sociedad afgana y que en parte se aplique la interpretación que este grupo hace del Islam. La prohibición de las mujeres de recibir educación, de la música y del deporte, entre otras, no podrían llegar a institucionalizarse de nuevo desde el Estado afgano, pero es un ejemplo de posibles consecuencias similares que podría conllevar un acuerdo.
Si los talibanes consiguiesen volver al poder en Afganistán u obtener una posición de fuerza mediante un acuerdo político con el Estado afgano, esto se traduciría en un riesgo para Pakistán y quizás en una reactivación de la tensión entre ambos países, quienes en el pasado ya tuvieron roces por la soberanía del Baluchistán. Hay que matizar que este gobierno electo por las urnas no quiere que Afganistán vuelva a ser territorio amigo para los terroristas.
Para los países que han participado en las operaciones militares en Afganistán este hipotético acuerdo tendría un impacto importante, aunque hay que matizar que el objetivo de la intervención militar era acabar con un santuario desde el que podía actuar libremente Al Qaeda y reforzarse. Por otro lado hay que diferenciar entre la ISAF, que únicamente buscaba la estabilización del país junto con su avance hacía el progreso, y la Operación Libertad Duradera, que se centra en combatir a los talibanes.
Estas naciones considerarían imprescindible que Afganistán no volviese a ser un territorio amigo para los yihadistas, con lo cual también se vería segura Asia Central pues debe recordarse por ejemplo que el MIU (Movimiento Islámico de Uzbekistán) lanzaba ofensivas sobre Uzbekistán desde Afganistán hasta que se produjo la intervención internacional que les arrebato su base segura en suelo afgano.
Afganistán está en un momento crucial en su historia. Por primera vez desde hace más de treinta años tiene la oportunidad de vivir en paz o bien continuar enfangado en enfrentamientos. La posible vuelta de los talibanes al poder derrocando al gobierno supondría una regresión hacía el modelo extremista que ya sufrió el país y si se alcanza un acuerdo entre éstos y el gobierno afgano, ello puede suponer también una regresión a ese pasado, o bien abrir una vía nueva para el país en función de cómo se mantengan los derechos y libertades ganados por los afganos en los últimos años.
Publicado en Baab al Shams
MIGUEL ÁNGEL -1-12-14
Pese a la reciente creación de un gobierno de unidad nacional el pasado mes de septiembre, el movimiento Talibán aún hoy sigue teniendo mucha fuerza en Afganistán. Desde que fue expulsado del poder en 2001 por Estados Unidos, ha estado librando una guerra de desgaste y de guerrillas contra las fuerzas internacionales (la ISAF, que busca asistir al país y la Operación Libertad Duradera lideradas por EEUU que se centran en combatir a los talibanes) y las del gobierno afgano.
La fundamentalización de la lucha se acentúo conforme avanzaba la guerra contra la invasión soviética que buscaba imponer un Estado satélite en la zona sur del país, y ello dio origen a la consolidación de este movimiento profundamente religioso, disciplinado y avezado en la guerra de guerrillas. Ante la retirada del invasor, acabo tomando el poder aprovechando la ausencia de un Estado sólido. Sin embargo nunca terminaron de controlar el país, ya que la Alianza del Norte resistió, prolongándose la guerra civil hasta la intervención internacional en 2001.
La lucha de los talibanes por imponerse en Afganistán todo este tiempo se centra sobre todo en su objetivo de instaurar en el país la Sharía, ley islámica, y su interpretación estricta del Corán. Por ello no casa en absoluto con prácticamente ninguna otra facción afgana ni con el gobierno surgido de la intervención internacional. Ni siquiera una Constitución no secular que incluye concesiones al fundamentalismo (como castigar la apostasía y definir al Estado como islámico) ha convencido a los talibanes para integrarse en la vida política y cívica de la nación.
Debe precisarse que el movimiento Talibán no solo tiene presencia en Afganistán, aunque es donde tradicionalmente centra sus ambiciones. Desde la época de la invasión soviética en el norte montañoso de Pakistán, donde se establecieron las bases de la resistencia, se fueron consolidando los postulados radicales de esta facción acabando incluso por sustituir en gran medida a la autoridad gubernamental pakistaní. Ha sido precisamente gracias a su expansión o internacionalización que han conseguido resistir y potenciarse, pese a los bombardeos con drones que realiza EEUU en este territorio.
La alianza entre Ashraf Ghani y Abdullah Abdullah puede dar grandes frutos, pese a que una gran presencia Talibán en amplios puntos del país amenaza con socavar la autoridad del Estado e incluso derrocarlo. Ahora que las tropas internacionales han traspasado en todo el territorio la seguridad a las fuerzas nacionales, el futuro es incierto.
Las autoridades de Kabul llevan años tratando de negociar con los talibanes un acuerdo para que éstos cesen la lucha, pero no ha sido posible dado el radicalismo de éstos y el terreno que han ido ganando. Pese al fracaso de esta vía, el gobierno afgano sigue intentando negociar a sabiendas de que es lo único que puede salvar al país de muchos lustros de sangrienta lucha y más penurias para la población.
Ahora bien, aun suponiendo que los talibanes apostasen por una solución política, cabe preguntarse cómo podría ser ese acuerdo y las consecuencias del mismo, tanto para el país como para la comunidad internacional.
Cualquier hipotético entendimiento con los talibanes incluiría la ruptura del pacto de seguridad firmado recientemente entre Afganistán y la coalición internacional, un mayor peso del islamismo en la sociedad afgana y que en parte se aplique la interpretación que este grupo hace del Islam. La prohibición de las mujeres de recibir educación, de la música y del deporte, entre otras, no podrían llegar a institucionalizarse de nuevo desde el Estado afgano, pero es un ejemplo de posibles consecuencias similares que podría conllevar un acuerdo.
Si los talibanes consiguiesen volver al poder en Afganistán u obtener una posición de fuerza mediante un acuerdo político con el Estado afgano, esto se traduciría en un riesgo para Pakistán y quizás en una reactivación de la tensión entre ambos países, quienes en el pasado ya tuvieron roces por la soberanía del Baluchistán. Hay que matizar que este gobierno electo por las urnas no quiere que Afganistán vuelva a ser territorio amigo para los terroristas.
Para los países que han participado en las operaciones militares en Afganistán este hipotético acuerdo tendría un impacto importante, aunque hay que matizar que el objetivo de la intervención militar era acabar con un santuario desde el que podía actuar libremente Al Qaeda y reforzarse. Por otro lado hay que diferenciar entre la ISAF, que únicamente buscaba la estabilización del país junto con su avance hacía el progreso, y la Operación Libertad Duradera, que se centra en combatir a los talibanes.
Estas naciones considerarían imprescindible que Afganistán no volviese a ser un territorio amigo para los yihadistas, con lo cual también se vería segura Asia Central pues debe recordarse por ejemplo que el MIU (Movimiento Islámico de Uzbekistán) lanzaba ofensivas sobre Uzbekistán desde Afganistán hasta que se produjo la intervención internacional que les arrebato su base segura en suelo afgano.
Afganistán está en un momento crucial en su historia. Por primera vez desde hace más de treinta años tiene la oportunidad de vivir en paz o bien continuar enfangado en enfrentamientos. La posible vuelta de los talibanes al poder derrocando al gobierno supondría una regresión hacía el modelo extremista que ya sufrió el país y si se alcanza un acuerdo entre éstos y el gobierno afgano, ello puede suponer también una regresión a ese pasado, o bien abrir una vía nueva para el país en función de cómo se mantengan los derechos y libertades ganados por los afganos en los últimos años.
Publicado en Baab al Shams
MIGUEL ÁNGEL -1-12-14
AFGANISTÁN, LA SOCIEDAD ENTRE EL ESTADISTA Y EL RESISTENTE
Se ha producido el primer relevo pacífico de un presidente en Afganistán, algo que no pasaba desde hace muchos lustros. Es un acontecimiento esperanzador para un país salpicado por la guerra desde la invasión soviética de 1.979, su tortuoso paso por la guerra civil, el gobierno talibán fundamentalista y la intervención internacional.
Quien regirá los destinos de este país de Asia Central es una persona muy preparada, Ashraf Ghani, que habrá que ver si puede trabajar bien desminando el polvorín en que está convertido su país y no sucumbe a los peligrosos juegos políticos. No siempre una nación puede contar con un estadista de la talla de este hombre, que no solo fue reportero para medios de comunicación internacionales sino que también trabajó para el Banco Mundial. Es más, su buena elaboración del informe para la cumbre de donantes para Afganistán celebrada en Berlín, consiguió todos los fondos que requirió convenciendo a los gobiernos participantes de la necesidad de apoyar sus planes y las necesidades de su Estado.
No estará solo en esta misión pues le acompañará como jefe del Ejecutivo Abdullah Abdullah, eterno segundón de la política afgana desde 2.001 porque ya perdió otras elecciones presidenciales concretamente ante Hamid Karzai, en las que, por cierto, se retiró en la segunda vuelta por los escándalos de fraude en los que estas se vieron salpicadas. El otrora consejero del tigre del Panshir, Massoud, luchador contra la ocupación soviética y uno de los líderes de la Alianza del Norte, fue muy importante en apoyo de la intervención internacional, ya que permitió la rápida derrota inicial de los talibanes sobre la mayor parte del país. Veterano político y ya un clásico en las relaciones exteriores, pues no solo fue ministro de exteriores del gobierno afgano en esta etapa tras el derrocamiento talibán, sino también anteriormente cuando representaba a la facción afgana antitalibán, el Frente Unido Afgano (más conocido como Alianza del Norte).
Los dos hombres forman una sociedad dispar incluso en sus orígenes pues Ghani es de etnia pastún y Abdullah de etnia tayik. Estas dos comunidades representan a más de las dos terceras partes de la población afgana, algo crucial para garantizar el apoyo social al gobierno. De mantenerse la unión puede ser un elemento clave en la reconciliación nacional porque este es un país de muchas etnias y cuantas más estén representadas en las instituciones, mejor para la estabilidad política afgana.
No va a ser fácil el encaje, pues ya es fría la relación entre ambos por el tema del escándalo de fraude y, de hecho, en la misma ceremonia Abdullah abandonaba prontamente el acto de traspaso de poderes y formación del gobierno conjunto. Este desplante tiene su origen en de la discusión sobre si Abdullah podía dar un discurso o no, que finalmente sí pronunció, y del tamaño del despacho de éste.
El gabinete afgano va a tener muchos retos ante sí pero el fundamental es el avance talibán y sus ambiciones, ya que, crecidos por el mismo, difícilmente admitan un consenso en las negociaciones de paz que el Ejecutivo afgano lleva tiempo tratando que fructifiquen. Otros retos acuciantes son la corrupción, la no llegada del gobierno central a todos los rincones del país no solo donde están presentes los talibanes, la existencia de señores de la guerra como el uzbeko Abdul Rashid Dostum, a los que se ha procurado contentar practicando una política de concesiones tan pragmática como peligrosa tomando medidas como incluir a Rashid en el Gobierno, y la gran pobreza que afecta al país.
Pero Afganistán avanza poco a poco. Hay que recordar que con el Programa de Solidaridad de apoyo a las poblaciones rurales y con el progreso en las telecomunicaciones, estas avanzaron notablemente de 2.001 a 2.005, ambas cuestiones precisamente impulsadas por Ashraf Ghani cuando era Ministro de Finanzas.
Las instituciones del país no avanzan. Tras tres años debería haberse notado el progreso en las mismas pero tanto en las elecciones de 2.009 como en las de 2.014 el fracaso a la hora de organizar elecciones libres de forma correcta es más que evidente. Sin ir más lejos, el importante puesto que se le ha dado a Abdullah no existe, ya que Afganistán es un régimen presidencialista donde no está recogida la figura del Primer Ministro. Es decir, se trata de un encaje virtual más que real para lograr un gobierno sólido entre los dos grandes candidatos, lo que sí se halla recogido es un vicepresidente con más poder entre los tres que debe tener el gabinete.
La estructura de las instituciones se basa en la Constitución de 1.964, en la que se inspiraron los firmantes del acuerdo de Bonn encaminado a crear un Estado afgano viable al día siguiente del éxito de la intervención militar estadounidense en 2.001, donde había que hacer un difícil juego de equilibrios no solo de etnias sino también con el Islam y los derechos civiles. Debe tenerse en cuenta que aunque no se nombra la Sharia se dice en la Carta Magna, que posteriormente aprobó la Loya Jirga, que ninguna ley puede contradecir los preceptos del Islam incluyendo la pena de apostasía, es decir abandonar la fe musulmana, convirtiendo al país en un Estado firmemente confesional.
Mientras no hay que olvidar que la razón principal de la intervención estadounidense y de la presencia de la OTAN en Afganistán fue erradicar el santuario terrorista que tenía Al Qaeda en el mismo. En esta línea y en compromiso con la estabilidad de Afganistán para garantizar que el país no se venga abajo ante los extremistas yihadistas o ante los talibanes, se ha firmado el acuerdo de seguridad, que recoge que habrá 12.500 efectivos de la Alianza Atlántica (casi 10.000 de ellos estadounidenses) durante 2.015, reduciéndose progresivamente, y presencia de equipos de información antiterrorista. Este acuerdo también señala que se destinarán 4.000 millones de dólares para las Fuerzas de Seguridad afganas que necesitan completar la profesionalización y adquirir equipamiento moderno en su totalidad. El citado acuerdo de seguridad ha sido rubricado por el embajador estadounidense, James Cunnigham (que ha sido vital mediando entre Ghani y Abdullah para que alcanzasen el gobierno de unidad), junto con los nuevos Presidentes y jefe del Ejecutivo que únicamente han tenido que plasmar su firma ya que el proceso negociador por parte afgana lo realizó el presidente saliente Hamid Karzai.
La situación de Afganistán es muy delicada y el traspaso completo de la seguridad a las Fuerzas Nacionales de Seguridad Afganas es todo un reto de difícil éxito. Pero mientras la sociedad entre el estadista, Ashraf Ghani, y el resistente, Abdullah Abdullah, permanezca unida, cuente con apoyo internacional y sepa contentar a las principales comunidades étnicas del país, habrá un resquicio de esperanza para el futuro de Afganistán y para que este país no vuelva al caos de la década de los noventa o al regreso de los talibanes al poder.
Publicado en Baab al Shams
MIGUEL ÁNGEL - 15-10-14
Se ha producido el primer relevo pacífico de un presidente en Afganistán, algo que no pasaba desde hace muchos lustros. Es un acontecimiento esperanzador para un país salpicado por la guerra desde la invasión soviética de 1.979, su tortuoso paso por la guerra civil, el gobierno talibán fundamentalista y la intervención internacional.
Quien regirá los destinos de este país de Asia Central es una persona muy preparada, Ashraf Ghani, que habrá que ver si puede trabajar bien desminando el polvorín en que está convertido su país y no sucumbe a los peligrosos juegos políticos. No siempre una nación puede contar con un estadista de la talla de este hombre, que no solo fue reportero para medios de comunicación internacionales sino que también trabajó para el Banco Mundial. Es más, su buena elaboración del informe para la cumbre de donantes para Afganistán celebrada en Berlín, consiguió todos los fondos que requirió convenciendo a los gobiernos participantes de la necesidad de apoyar sus planes y las necesidades de su Estado.
No estará solo en esta misión pues le acompañará como jefe del Ejecutivo Abdullah Abdullah, eterno segundón de la política afgana desde 2.001 porque ya perdió otras elecciones presidenciales concretamente ante Hamid Karzai, en las que, por cierto, se retiró en la segunda vuelta por los escándalos de fraude en los que estas se vieron salpicadas. El otrora consejero del tigre del Panshir, Massoud, luchador contra la ocupación soviética y uno de los líderes de la Alianza del Norte, fue muy importante en apoyo de la intervención internacional, ya que permitió la rápida derrota inicial de los talibanes sobre la mayor parte del país. Veterano político y ya un clásico en las relaciones exteriores, pues no solo fue ministro de exteriores del gobierno afgano en esta etapa tras el derrocamiento talibán, sino también anteriormente cuando representaba a la facción afgana antitalibán, el Frente Unido Afgano (más conocido como Alianza del Norte).
Los dos hombres forman una sociedad dispar incluso en sus orígenes pues Ghani es de etnia pastún y Abdullah de etnia tayik. Estas dos comunidades representan a más de las dos terceras partes de la población afgana, algo crucial para garantizar el apoyo social al gobierno. De mantenerse la unión puede ser un elemento clave en la reconciliación nacional porque este es un país de muchas etnias y cuantas más estén representadas en las instituciones, mejor para la estabilidad política afgana.
No va a ser fácil el encaje, pues ya es fría la relación entre ambos por el tema del escándalo de fraude y, de hecho, en la misma ceremonia Abdullah abandonaba prontamente el acto de traspaso de poderes y formación del gobierno conjunto. Este desplante tiene su origen en de la discusión sobre si Abdullah podía dar un discurso o no, que finalmente sí pronunció, y del tamaño del despacho de éste.
El gabinete afgano va a tener muchos retos ante sí pero el fundamental es el avance talibán y sus ambiciones, ya que, crecidos por el mismo, difícilmente admitan un consenso en las negociaciones de paz que el Ejecutivo afgano lleva tiempo tratando que fructifiquen. Otros retos acuciantes son la corrupción, la no llegada del gobierno central a todos los rincones del país no solo donde están presentes los talibanes, la existencia de señores de la guerra como el uzbeko Abdul Rashid Dostum, a los que se ha procurado contentar practicando una política de concesiones tan pragmática como peligrosa tomando medidas como incluir a Rashid en el Gobierno, y la gran pobreza que afecta al país.
Pero Afganistán avanza poco a poco. Hay que recordar que con el Programa de Solidaridad de apoyo a las poblaciones rurales y con el progreso en las telecomunicaciones, estas avanzaron notablemente de 2.001 a 2.005, ambas cuestiones precisamente impulsadas por Ashraf Ghani cuando era Ministro de Finanzas.
Las instituciones del país no avanzan. Tras tres años debería haberse notado el progreso en las mismas pero tanto en las elecciones de 2.009 como en las de 2.014 el fracaso a la hora de organizar elecciones libres de forma correcta es más que evidente. Sin ir más lejos, el importante puesto que se le ha dado a Abdullah no existe, ya que Afganistán es un régimen presidencialista donde no está recogida la figura del Primer Ministro. Es decir, se trata de un encaje virtual más que real para lograr un gobierno sólido entre los dos grandes candidatos, lo que sí se halla recogido es un vicepresidente con más poder entre los tres que debe tener el gabinete.
La estructura de las instituciones se basa en la Constitución de 1.964, en la que se inspiraron los firmantes del acuerdo de Bonn encaminado a crear un Estado afgano viable al día siguiente del éxito de la intervención militar estadounidense en 2.001, donde había que hacer un difícil juego de equilibrios no solo de etnias sino también con el Islam y los derechos civiles. Debe tenerse en cuenta que aunque no se nombra la Sharia se dice en la Carta Magna, que posteriormente aprobó la Loya Jirga, que ninguna ley puede contradecir los preceptos del Islam incluyendo la pena de apostasía, es decir abandonar la fe musulmana, convirtiendo al país en un Estado firmemente confesional.
Mientras no hay que olvidar que la razón principal de la intervención estadounidense y de la presencia de la OTAN en Afganistán fue erradicar el santuario terrorista que tenía Al Qaeda en el mismo. En esta línea y en compromiso con la estabilidad de Afganistán para garantizar que el país no se venga abajo ante los extremistas yihadistas o ante los talibanes, se ha firmado el acuerdo de seguridad, que recoge que habrá 12.500 efectivos de la Alianza Atlántica (casi 10.000 de ellos estadounidenses) durante 2.015, reduciéndose progresivamente, y presencia de equipos de información antiterrorista. Este acuerdo también señala que se destinarán 4.000 millones de dólares para las Fuerzas de Seguridad afganas que necesitan completar la profesionalización y adquirir equipamiento moderno en su totalidad. El citado acuerdo de seguridad ha sido rubricado por el embajador estadounidense, James Cunnigham (que ha sido vital mediando entre Ghani y Abdullah para que alcanzasen el gobierno de unidad), junto con los nuevos Presidentes y jefe del Ejecutivo que únicamente han tenido que plasmar su firma ya que el proceso negociador por parte afgana lo realizó el presidente saliente Hamid Karzai.
La situación de Afganistán es muy delicada y el traspaso completo de la seguridad a las Fuerzas Nacionales de Seguridad Afganas es todo un reto de difícil éxito. Pero mientras la sociedad entre el estadista, Ashraf Ghani, y el resistente, Abdullah Abdullah, permanezca unida, cuente con apoyo internacional y sepa contentar a las principales comunidades étnicas del país, habrá un resquicio de esperanza para el futuro de Afganistán y para que este país no vuelva al caos de la década de los noventa o al regreso de los talibanes al poder.
Publicado en Baab al Shams
MIGUEL ÁNGEL - 15-10-14