Como cada noche aquella mujer se sentaba a escribir al fresco en su balcón entorno a una mesita contemplando la ciudad. Una urbe muy fría y silenciosa en su opinión.
En sus escritos, a modo de diario, reflejaba su valoración de sus interaaciones con las gentes del lugar. Opiniones todas ellas críticas, peyorativas e incluso ofensivas en algunos aspectos. Su pluma estaba helada al igual que su corazón, nadie se libraba.
Cuando hubo terminado entró al comedor, esceneó sus notas, las colgó en su blog y trasmitió su nueva entrada a las redes sociales. Mucha gente la leía, muchos de ellos curiosos y los afectados muy malhumorados pues pese a los motes y pseudonimos se sentían reconocidos.
Al apagar la luz e irse a la cama no tenía forma de saber que sus compañero de trabajo procuraban ayudarla en el trabajo, que la cocinera del restaurante procuraba hacerle a ella la comida más jugosa, que sus vecinos hacían la vista gorda de las horas intempestivas a las que tiraba la basura y del chico que procuraba tratar de hablar con ella cuando su perro y el de ella se encontraban en el parque, su corazón estaba tan cerrado que no le permitía sentir el aprecio y bondad de los demás por lo que seguía siendo infeliz y autoengañada siguió pensando en que todos eran pésimos.
Publicado en Maponder (Página de Facebook)
En sus escritos, a modo de diario, reflejaba su valoración de sus interaaciones con las gentes del lugar. Opiniones todas ellas críticas, peyorativas e incluso ofensivas en algunos aspectos. Su pluma estaba helada al igual que su corazón, nadie se libraba.
Cuando hubo terminado entró al comedor, esceneó sus notas, las colgó en su blog y trasmitió su nueva entrada a las redes sociales. Mucha gente la leía, muchos de ellos curiosos y los afectados muy malhumorados pues pese a los motes y pseudonimos se sentían reconocidos.
Al apagar la luz e irse a la cama no tenía forma de saber que sus compañero de trabajo procuraban ayudarla en el trabajo, que la cocinera del restaurante procuraba hacerle a ella la comida más jugosa, que sus vecinos hacían la vista gorda de las horas intempestivas a las que tiraba la basura y del chico que procuraba tratar de hablar con ella cuando su perro y el de ella se encontraban en el parque, su corazón estaba tan cerrado que no le permitía sentir el aprecio y bondad de los demás por lo que seguía siendo infeliz y autoengañada siguió pensando en que todos eran pésimos.
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