Llaman poderosamente la atención las críticas que reciben las instituciones europeas tanto desde la izquierda como desde la derecha.
La UE siempre ha sido el chivo expiatorio para muchos gobiernos nacionales cuando las cosas van mal o no consiguen que se aprueben políticas europeas afines y luego salen afectados. Por descontado cuando las cosas salen bien nadie se acuerdo del papel que jugaron en ello las instituciones comunitarias.
Ese discurso triunfa por la lejanía de los ciudadanos con el proyecto europeo, lógico pues este ha sido construido en base a tratados internacionales fruto de largas negociaciones de las que la mayoría de la gente no está informada siendo ajena además a seguir la alta diplomacia.
El campo por tanto esta abonado para las críticas contrarias al mismo proyecto europeo, no a temas concretos sino a la idea general de la UE y el sueño europeo.
Hay dos vertientes radicalmente enfrentadas a la idea de Europa:
La extrema izquierda que en su planteamiento moderno contra la élite, surgido tras su refundación ideológica al caer el socialismo real, crítica las grandes instituciones y las organizaciones supranacionales. Su narrativa va acompañada de tintes sociales reivindicativos que usan como cadenas de transmisión para influir su ideología en las reclamaciones y hacerse más visibles, alcanzando así eco en la izquierda y en círculos verdes.
Por otro lado la extrema derecha con un discurso nacionalista en contra de la cesión de la soberanía con una vertiente anarcoliberal que critica la gran organización administrativa que supone la Comisión Europea. Llama la atención su visión europea judeocristiana radical que fundamenta para ellos un planteamiento antinmigración que le hace ganar adeptos entre conservadores y nacionalistas.
Resultan coincidentes las concepciones de origen de los extremistas del espectro político al proyecto europeo.
Tanto unos como otros conciben que debe darse una respuesta local a los problemas reafirmando para ello la soberanía nacional y además su crítica a la burocracia responde a una idea antisistema encuadrada en un objetivo de cambio de sistema político.
Es factible concluir que la construcción europea como instrumento de consolidación tanto de democracia, el régimen actual, como de cooperación para dar una respuesta continental a los problemas locales y afrontar mejor los retos de la globalización, supone un enorme enemigo para estos movimientos extremistas.
Publicado en página de Facebook Mapeando
MIGUEL ÁNGEL - 8-7-15
La UE siempre ha sido el chivo expiatorio para muchos gobiernos nacionales cuando las cosas van mal o no consiguen que se aprueben políticas europeas afines y luego salen afectados. Por descontado cuando las cosas salen bien nadie se acuerdo del papel que jugaron en ello las instituciones comunitarias.
Ese discurso triunfa por la lejanía de los ciudadanos con el proyecto europeo, lógico pues este ha sido construido en base a tratados internacionales fruto de largas negociaciones de las que la mayoría de la gente no está informada siendo ajena además a seguir la alta diplomacia.
El campo por tanto esta abonado para las críticas contrarias al mismo proyecto europeo, no a temas concretos sino a la idea general de la UE y el sueño europeo.
Hay dos vertientes radicalmente enfrentadas a la idea de Europa:
La extrema izquierda que en su planteamiento moderno contra la élite, surgido tras su refundación ideológica al caer el socialismo real, crítica las grandes instituciones y las organizaciones supranacionales. Su narrativa va acompañada de tintes sociales reivindicativos que usan como cadenas de transmisión para influir su ideología en las reclamaciones y hacerse más visibles, alcanzando así eco en la izquierda y en círculos verdes.
Por otro lado la extrema derecha con un discurso nacionalista en contra de la cesión de la soberanía con una vertiente anarcoliberal que critica la gran organización administrativa que supone la Comisión Europea. Llama la atención su visión europea judeocristiana radical que fundamenta para ellos un planteamiento antinmigración que le hace ganar adeptos entre conservadores y nacionalistas.
Resultan coincidentes las concepciones de origen de los extremistas del espectro político al proyecto europeo.
Tanto unos como otros conciben que debe darse una respuesta local a los problemas reafirmando para ello la soberanía nacional y además su crítica a la burocracia responde a una idea antisistema encuadrada en un objetivo de cambio de sistema político.
Es factible concluir que la construcción europea como instrumento de consolidación tanto de democracia, el régimen actual, como de cooperación para dar una respuesta continental a los problemas locales y afrontar mejor los retos de la globalización, supone un enorme enemigo para estos movimientos extremistas.
Publicado en página de Facebook Mapeando
MIGUEL ÁNGEL - 8-7-15