Hasta ahora los dos partidos del bipartidismo clásico estaban acostumbrados a que cuando uno ganaba tenía una ventaja suficiente como para que lograse ostentar el poder con algún que otro apoyo de los nacionalistas periféricos. Esto ha cambiado pues hay dos formaciones nuevas con peso suficiente para restarles fuerza parlamentaria.
A su vez los partidos emergentes tienen que aterrizar y aclimatarse a la arena política de las instituciones. Deben interactuar con los demás y entrar en la fase negociadora.
El escenario es bastante complejo para que se constituya un gobierno.
PP y PSOE fueron avalados en las urnas para seguir liderando los espectros políticos que dicen representar, el primero la derecha y el segundo la izquierda con tendencia ambos a nombrarse también centristas. No obstante su peso en esos campos se ha reducido por la aparición de Podemos y Ciudadanos, uno por la izquierda y otro por el centro han complicado el escenario.
La retórica de la derecha y la izquierda está siendo sustituida por la transversalidad en los discursos de Rajoy y Sánchez. El líder popular llama a la abstención del PSOE y el cabeza de los socialistas reclama el apoyo tanto de Ciudadanos como de Podemos.
El bipartidismo se ha dado cuenta que debe ampliar su campo de visión y acercarse a la otra orilla ideológica para crear nuevas mayorías.
En la transversalidad es en donde más cómodos deberían encontrarse Podemos y Ciudadanos. Sus discursos transformadores y el amplio electorado que han pretendido representar, en esto último fracasaron pues ni Pablo Iglesias logró captar votos centristas ni consiguió Albert Rivera ganar muchos sufragios socialdemócratas, les permite una gran libertad de actuación en las negociaciones si demuestran alcance de miras.
Irónicamente ni Ciudadanos ni Podemos defienden ahora la transversalidad y se atrincheran en sus principales planteamientos ideológicos cuando han recibido la llamada del bipartidismo a negociar. Puede tener que ver con que ninguno de ellos ha conseguido cumplir con sus expectativas (la formación morada sobrepasar al PSOE y el partido naranja condicionar por sí solo un gobierno de una formación del bipartidismo).
El no saber posicionarse en la nueva situación política ni el sentirse cómodo con la realidad está lastrando cualquier posibilidad de acuerdo.
Un entendimiento que debe pasar por un pacto a cuatro en unos mínimos no ideológicos que asienten las bases de la nueva política española. Ello conduciría a encontrar alianzas y reorganizar la situación para que todas las formaciones tengan una buena operatividad.
Lo deseable sería que la formación del bipartidismo que consiga más apoyos para la investidura, por ejemplo el PP con Ciudadanos o el PSOE con Podemos más la abstención de Ciudadanos, no solo cuente con una oposición constructiva por el resto de miembros del nacido cuatripartidismo sino también con voluntad de alcanzar consensos en áreas importantes.
Una cuestión importante es redefinir que es un gobierno estable. Pues da la sensación que tanto PSOE como PP siguen conservando la idea de que es aquel que puede desarrollar todas sus políticas tal como pretende el ejecutivo.
El concepto de la mayoría absoluta debe desaparecer en la mente de las formaciones del bipartidismo clásico. Un gobierno con minoría parlamentaria debe negociar su proyecto político y cada una de sus iniciativas con los demás grupos parlamentarios, ello no implica inestabilidad.
No será fácil el cambio de la política del partidismo a las coaliciones, no de gobierno sino a las puntuales sobre una temática concreta, pero es lo deseable para evitar la ingobernabilidad y recuperar la confianza de la gente en los políticos.
La política es el arte de gobernar y también incluye facetas como la negociación o la renovación. Es hora de que los partidos nacionales se pongan a ello.
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Publicado en Deba y en Mapeando
MIGUEL ÁNGEL 29-1-16