La noche electoral más estrambótica en décadas en España arroja datos que nos permiten sacar algunas conclusiones y no quedarnos con tantas dudas. Ello nos ayudará a intuir a corto plazo aproximadamente el futuro de Cataluña.
Hay varios hechos importantes pero destacan dos por encima de todo y que evidencian la gran polarización de Cataluña:
En primer lugar donde ganó más abultadamente Junts pel Sí fue donde estaba previsto que era en el interior y el norte. Esas áreas han desconectado mentalmente prácticamente con España.
En segundo lugar que el partido que ostentará el liderato de la oposición será por primera vez una fuerza claramente españolista y para nada catalanista. Rompiéndose así la política catalana de consenso al apoyo del catalanismo.
Entrando más en detalle para explicar los resultados hay que ver que paso con las principales confrontaciones.
El eje independentista contra la visión social de las elecciones. Si había una seria posibilidad de que el independentismo no obtuviera mayoría de escaños era en esta envite. El voto desencantado lo capitalizo la CUP y no Catalunya si que es Pot. Pues Junts pel Sí dada la elevada participación se quedó sin mayoría absoluta con 62 escaños.
La diatriba en el nacionalismo catalán entre el seny (que puede traducirse aproximadamente como actuar con sentido común y reflexión) representado por Unió y el radicalismo independentista lo perdió el primero. Debe tenerse en cuenta que la formación aún liderada por Duran i LLeida se enfrentaba desde su conservadurismo a una coalición que tapó sus ideologías entorno al sentimiento catalanista dejando en desventaja a Unió, la que además pinchó en Girona y especialmente en la zona más urbana de la provincia de Barcelona donde el voto era más polarizado (Ciudadanos - Junts pel Sí), sacando un buen resultado en Tarragona y sobre todo en Lleida.
La coalición nacionalista estaba hecha para ganar y gobernar cómodamente administrando como considerase oportuno el proceso las élites tanto de Convèrgencia como de ERC. No obstante se han topado con que van a depender completamente de la CUP, un partido muy radical en sus planteamientos con el que no tendrán fácil llevar el día a día gubernamental y mucho menos construir las estructuras de un Estado independiente.
La difícil situación de Convergència y ERC se ve mejor si tenemos en cuenta los diputados que tienen, 30 y 21 respectivamente (los otros once de Junts pel Sí son independientes que iban en la lista), mientras que Ciudadanos está con 25 subiéndose a las barbas del partido de Artur Mas y superando a la formación de Oriol Junqueras.
Las banderas han cambiado de manos de los moderados a los más enconados: La independentista la coge la CUP desplazando a Junts pel Sí y la constitucionalista Ciudadanos quitándosela al PSC. Tanto el proceso secesionista como la oposición al mismo pasan ahora por estas dos formaciones.
La lectura plebiscitaria de las elecciones que se empeñaba a hacer el independentismo ha sido concluyente en que no ha alcanzado el 50% necesario para justificar sus pasos unilaterales hacía la secesión. Únicamente la ambigüedad de Catalunya si que es Pot y el nacionalismo de Unió impiden que se vislumbre claramente la derrota del Si a la independencia pese a que estas dos formaciones no apoyaban los planes rupturistas de los independentistas.
Ese hecho de no derrota clara y una mayoría de escaños obtenida gracias a que no hay circunscripción única en Cataluña, con el añadido que las provincias de Girona y Lleida están muy sobreresentadas, permiten que los planes de quienes abogan por la independencia sigan en marcha.
Estos planes deben ser ahora modificados vista la polarización de la sociedad catalana, la irrupción de una fuerza españolista como Ciudadanos, la dependencia asfixiante a la CUP y la no victoria completa que esperaban en el plebiscito.
Ello seguramente provocará una amplia negociación con la CUP que modificará irremediablemente la hoja de ruta hacia la independencia que tenía Junts pel Sí, un sosiego de la ciudadanía aprovechando la llegada de las elecciones generales y un intento de negociación camuflada con el gobierno central salido de las urnas el 20 de diciembre, pues se jugará la táctica de querer negociar oficialmente pero enroscándose en demandas imposibles de satisfacer y así vender lo imposible del encaje en España intendente atraer más adeptos a la causa independentista. Todo ello seguido de la crispación que surgirá con los amagos de construcción de estructuras de Estado, viéndose ampliados los plazos previstos que tenían de año y medio a mínimo tres años.
Que se decidan a dar el paso final hacia un nuevo plebiscito que será el de la aprobación de una hipotética constitución catalana como paso previo a una declaración unilateral de independencia y que puede ser convocado bajo el paraguas de nuevas elecciones, dependerá de si ven incrementar sus apoyos actuales creyendo que superarán o no el 50% necesario y si encuentran un escenario favorable.
El liderazgo de ese proceso está en cuestión ahora mismo pues la CUP ideológicamente no puede respaldar a Artur Mas salvo circunstancias especiales. Del liderazgo de Artur Mas depende el control de los tiempos y la elaboración de una estrategia fría, a la vez que es el único puente de negociación con el Estado pues el resto de miembros del proceso secesionista no quieren sentarse a negociar en ningún caso.
En este sentido es curioso que habiendo transcurrido tantos meses sea imputado Artur Mas justo en medio del proceso de elección del nuevo Presidente de la Generalitat. Parece un balón de oxígeno echado desde el otro lado del Ebro para asegurar que el cabeza del proyecto independentista siga siendo Artur Mas y forzar a la CUP a dar su apoyo a regañadientes al President "perseguido" por el Estado.
Lo que algunos llaman el problema catalán, que debería mejor llamarse el problema interno y externo catalán, todavía tiene recorrido y le quedan muchos capítulos hasta resolverse o bien congelarse durante mucho tiempo acabando en vía muerta.
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MIGUEL ÁNGEL - 7-10-15