El contencioso sobre el programa nuclear iraní tiene su fundamento en los conflictos existentes en Oriente Próximo: pugna chií-sunni, confrontación árabe-israelí y las malas relaciones entre Europa y el Irán resultante de la revolución islámica. Las tensiones se incrementaron durante el mandato de Ahmadineyad y posteriormente con la derivación de la Primavera Árabe hacia el sectarismo en Oriente Medio.
Existe pavor en Israel y en las naciones árabes sunníes a que Irán se dote de armamento nuclear. Ante ello, el Estado Hebreo inició presuntamente una campaña para debilitar el programa nuclear iraní, y Arabia Saudí la reducción del precio del petróleo. No es probable que estos dos países cesen las actividades pese al acuerdo del Grupo 3+3 con Irán.
En Occidente el miedo es menor y tiene como base la percepción como amenaza del régimen de los Ayatolás y el apoyo de éste a varios grupos armados de Oriente Medio considerados terroristas por las naciones occidentales. En el momento más álgido de la disputa, las potencias de Occidente impusieron sanciones contra Teherán que a raíz del acuerdo alcanzado serán levantadas.
Las motivaciones de Irán son idénticas a las que llevaron a Siria e Irak a realizar sus programas nucleares, aunque en aquellos casos con fines armamentísticos, siendo destruidos por bombardeos de Israel. En el marco de tensión de la zona y como instrumento para lograr la hegemonía Irán opta por el desarrollo de la energía nuclear, además también se trata de un instrumento para el afianzamiento del régimen.
El régimen de los Ayatolás y EEUU llevan más de tres décadas de enemistad acentuada por la crisis de los rehenes estadounidenses, por el apoyo de EEUU a Irak en la guerra que tuvo este país con la nación persa, la elección de EEUU de aliarse con el Consejo de Cooperación del Golfo en su momento, y el enfrentamiento entre ambos en el Golfo Pérsico en el marco del tráfico del petróleo durante la guerra Irán-Irak. Es una animadversión profunda que en ninguno de los dos países desaparecerá a corto o medio plazo.
El acuerdo nuclear ha podido ser alcanzado por el interés estratégico de las partes. Los EEUU están inmersos en un proceso de reajuste de sus prioridades que les conduce a centrarse menos en Oriente Medio y más en otras zonas como Asia-Pacífico. Irán trata de que se consume el divorcio EEUU-Consejo de Cooperación del Golfo, pues eso le vendría bien en su lucha por la hegemonía en Oriente Medio contra las naciones sunníes.
También han influido mucho tanto Barack Obama como Hasán Rouhaní. El primero por su política exterior dirigida a recuperar el multilateralismo y la necesidad de apuntarse éxitos en esta materia. Mientras, el segundo es un reformista moderado que quiere la apertura del régimen, lo cual lleva a Irán a construir unas buenas relaciones con Occidente.
Los dos han tenido que lidiar con poderosas fuerzas en contra. En EEUU, los republicanos y un sector de los demócratas partidarios del derrocamiento o debilitamiento del régimen de los ayatolás, mientras que en Irán, la Guardia Revolucionaria -que como cuerpo fuertemente ideologizado no es partidaria de tratos con quien considera un enemigo de la revolución islámica – y las reticencias del líder supremo Alí Jamenei. Sin embargo, estos críticos en ambos países no arriesgarán la ruptura del acuerdo mientras les venga bien estratégicamente y puedan durante ese periodo de tiempo conseguir intereses prioritarios.
El cómo se ha logrado el acuerdo es muy revelador y refuerza a los partidarios del mismo. Con las sanciones y los ultimátums, EEUU ha mostrado una imagen de firmeza, y por otro lado, Irán con sus planes de fomentar su capacidad nuclear junto con las advertencias de las repercusiones que tendría una posición dura de Occidente hacia Teherán, ha mostrado resistencia. De otro modo no hubiesen podido firmarlo y presentarlo a nivel interno con el vigor suficiente como para tratar de contrarrestar las fuerzas que se oponían al mismo.
El día después del acuerdo nos deja con un Oriente Medio que a corto plazo no variará su dinámica. Israel proseguirá tratando de perjudicar el programa nuclear de Irán y desarrollando su sistema antimisiles de alcance medio (Onda de David) y el de largo alcance (Flecha) con un mayor respaldo financiero en estos dos últimos proyectos por parte de EEUU como medio de la Casa Blanca para tranquilizar al Estado Hebreo. Arabia Saudita continuará su guerra económica contra Irán y estará ojo avizor con las capacidades de este país para hipotéticamente producir una bomba atómica. No es probable que Arabia Saudí inicie un plan de desarrollo nuclear, a menos que pretenda un contraataque propagandístico si la pugna por la hegemonía regional va a más, pues como gran financiador del programa nuclear armamentístico de Pakistán se cree que fácilmente podría conseguir un arsenal atómico en caso de necesidad.
La visión amenazadora mutua entre EEUU e Irán se mantendrá, traduciéndose en escasa colaboración más allá de asuntos puntuales de vital interés para ambos, por la inercia histórica y la necesidad de ambos gobiernos de mantener su credibilidad a nivel interno. Por otro lado, Rusia y China ven dificultado el incremento de su influencia Oriente Próximo con el acuerdo alcanzado entre EEUU e Irán.
Por todo ello, el proceso de ratificación del acuerdo nuclear en EEUU e Irán será complicado y su cumplimiento trabado, dando una imagen de que las cosas no han cambiado, pues a corto plazo nada cambiará. Pero a medio plazo la única cosa que puede ocurrir será el desentendimiento de Washington por los temas que afectan a los países sunníes, a excepción de la defensa del petróleo, pudiendo alcanzar un cierto grado de colaboración con Teherán pero cuidándose de no enemistarse con sus hasta ahora aliados árabes.
*Lectura recomendada por el autor: “Las Alas del Águila” de Ken Follet.
Publicado en Baab al Shams
Almacenado en Geopolítica / Análisis / Áreas / Oriente Medio
Miguel Ángel - 9-04-15