Es obvio que se cogió un enfado de aúpa.
Es evidente que su rebote, como el de más gente, tiene que ver con lo atípica de la situación política española, que actualmente ha vivido una transformación. Se ha pasado de un bipartidismo donde uno de los dos gobernaba en solitario de forma estable, aún no teniendo mayoría absoluta, a un escenario de ingobernabilidad si no se alcanzan pactos al irrumpir dos nuevas formaciones con mucho peso.
Anteriormente se votaba a un partido y si ganaba te alegraba, mientras que si perdía no te hacía gracia, pero no pasaba de ahí. En cambio ahora eso ha cambiado porque hasta los partidos que no han ganado condicionan gobiernos y los que aspiran a liderar mayorías necesitan de partidos menores aunque hayan ganado.
Es un cambio de cultura democrática el que estamos viviendo en línea con el cambio político. Pues la mentalidad del votante también debe tenerse en cuenta.
Los tiempos y la política cambian a lo que el votante debe acostumbrarse. Nuestros políticos están aterrizando a la nueva realidad viéndose enredados en una rocambolesca negociación pero la ciudadanía también que vive algo completamente nuevo.
El sistema está perfectamente capacitado para albergar una situación como la actual y de hecho ha posibilitado su alumbramiento.
España no es un sistema presidencialista y en las circunscripciones electorales pueden salir elegidos representantes de distintas fuerzas políticas. El Congreso de los Diputados tiene el poder de elegir al gobierno y de tumbarlo.
La diferencia con el pasado es que cuando no hay un partido con fuerza suficiente para ganar las elecciones con holgura el sistema político permite que se origine un sistema como el actual.
La democracia es un sistema donde se recogen muchas sensibilidades y donde la mayoría se impone, aunque no dice cómo se constituye esa mayoría. Son las distintas teorías y los sistemas políticos erigidos los que concretan la cuestión.
Es más no debería ser extraño que un sistema como este busque la integración de cuantas más minorías mejor para conformar una mayoría. Al fin y al cabo estamos hablando de la democracia, donde en libertad podemos escoger a quienes gobiernan, dentro de ese espíritu no puede resultar que un sector ideológico excluya a todos los demás.
Debe tenerse presente que la política no sólo es el arte de gobernar sino también el de más campos como el de la negociación. Ella también forma parte de la política, aunque en España no sea tan común pero si se cruzan las fronteras se observará que en muchos países es así.
Incluso mirando dentro de España se puede observar, bastaría con echar una mirada al Congreso de los Diputados así como al Senado y a los parlamentos autonómicos donde cada ley y en los ayuntamientos cada actuación pasa un período de enmiendas siendo muchas modificadas aunque el partido gobernante tenga clara mayoría, pues el debate enriquece y muchas veces las aportaciones de otros grupos ayudan a mejorar los proyectos y la formación gobernante las acepta porque las considera positivas.
Será necesario un tiempo para que la gente asimile el cambio y se adapte. Para ello es clave que se entiendan fenómenos como la negociación y los pactos, el funcionamiento de un sistema parlamentarista y la amplitud de la política.
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MIGUEL ÁNGEL - 23-2-16