Sin duda, hay regímenes dictatoriales o semidictatoriales que reúnen alguno que otro de los elementos que caracterizan a todo sistema democrático, como la separación entre el Estado y la religión, incluso también pueden cumplir parcialmente los Derechos Humanos, tener un mínimo de independencia de los tres poderes, algunas libertades civiles permitidas a sectores afines al régimen y celebración de elecciones, tolerando una nimia pluralidad con una campaña amañada.
Ex colonias dominadas casi enteramente por población procedente de Europa han sido capaces de imitar correctamente el sistema político democrático Occidental, debido a la gran vinculación con los mismos.
Hay casos singulares como Japón, Corea del Sur y la República de China en Taipei que también han imitado este sistema político debido, tanto a su occidentalización (todos ellos fueron muy influenciados por EEUU en su historia reciente) como al desarrollo de sus sociedades. En la región de Oriente Medio y norte de África vemos numerosos intentos con mayor o menor éxito de crear democracias de corte occidental que se han quedado o bien a medias o en Estados más semidictatoriales que democráticos, cuando no derivaron en enfrentamientos internos o en claras dictaduras.
Observemos específicamente el caso de los países musulmanes. Son naciones de población mayoritariamente musulmana, cuya religión implica una buena dosis de entrega y sacrificio, de hecho Islam significa sumisión. Esto no ha impedido instaurar Estados laicos, como en Irak y Siria por ejemplo, aunque ello fue debido a la implantación de ideas rupturistas con el Islam, como el comunismo, que luego derivaron al panarabismo y más tarde a una apertura desideologizando el Estado.
El tipo de sistema político en las naciones musulmanas varía. De este modo, tanto en la Península Arábiga como en Malasia y Brunei nos encontramos con monarquías total o parcialmente absolutistas según el caso, en Irán una teocracia semidictatorial, en Paquistán una semidemocracia con grandes problemas estructurales y enemigos internos, en Indonesia y Bangladesh democracias sin algunas de sus patas junto con un subdesarrollo que las debilita. También tenemos al Líbano, que es una democracia estancada burocráticamente por las desavenencias entre su fracturada población, el régimen semidictatorial de Egipto, el atolladero iraquí con profundas rupturas entre chiíes y suníes contando con el casi virtualmente independiente Kurdistán iraquí, Afganistán en guerra interna entre el gobierno y los talibanes, la ausencia de Estado en Libia y Somalia, Yemen en guerra civil y con varias zonas bajo control extremista. Y, por último, monarquías más o menos democráticas (Marruecos y Jordania) y regímenes dictatoriales (Mauritania, Argelia, Sudán, Eritrea, Siria, Azerbaiyán, Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán).
Túnez y Turquía, por su parte, requieren un análisis más amplio. En el caso tunecino, la caída de un régimen dictatorial de corte personal derivado de un período de vinculación entre Estado e ideología derivó en una incipiente democracia asediada por el extremismo (en la zona montañosa hay grupos terroristas controlando parcialmente el terreno y es la nación con más combatientes en las filas del DAESH) y la crisis económica. Además, afrontó el periodo turbulento del gobierno de Enhada, que tuvo que hacer su elección entre el islamismo moderado y el semiradical, con la oposición liberal.
En cambio, Turquía, desde la transformación que realizó Kemal Atatürk en la década de los años ’20 del siglo pasado, se occidentalizo y estableció el laicismo. Quedando el ejército como guardián de mantener el modelo estatal establecido por Atatürk, mientras progresivamente avanzaba la construcción de un sistema político democrático con altibajos y golpes militares, creándose paulatinamente una sociedad abierta y en los últimos lustros implantándose el concepto del ciudadano. Este periodo derivó más tarde en la vuelta al conservadurismo islámico de parte de la nación bajo la dirección del AKP.
Podemos observar tendencias comunes en la región MENA, como el eje rector de la religión en la sociedad que impregna los mecanismos de los Estados en mayor o menor medida o la existencia de elementos fácticos que tratan de imponer su visión. En las monarquías, el rey y en los regímenes republicanos el ejército, ejerciendo en ambos vínculos con el poder religioso o representando al mismo. Un grado mayor o menor de nacionalismo según el caso, construido a raíz del proceso de descolonización, mezclándose con las desavenencias religiosas entre chiíes que al mismo tiempo ha ido estableciendo un sectarismo regional.
En términos de paralelismo histórico para elaborar un mapa conceptual, salvando las grandes diferencias, nos encontraríamos con que los países musulmanes, en cuanto a evolución política viven procesos que experimentó tanto Europa como América durante el siglo XIX. El enfrentamiento entre conservadurismo y liberalismo recuerda al de América Latina. Asimismo, las monarquías constitucionales (Marruecos y Jordania) tienen cierta similitud con la España de finales del siglo XIX. Por otro lado, los regímenes republicanos semidictatoriales se asemejan al despotismo ilustrado de Prusia. Por su parte, los regímenes republicanos dictatoriales, especialmente los de Asia Central, traen un aire a la Rusia zarista. Y Turquía tiene su paralelismo en la Francia de segunda mitad del siglo XIX.
Ello no implica que los países musulmanes lleven más de cien años de “atraso” respecto a Occidente, pues su evolución está siendo diferente y más acelerada desde su independencia, no habiendo pasado por las mismas etapas de Occidente que hicieron más larga la construcción de los sistemas políticos con los que cuentan hoy en día.
A la hora de abordar las posibilidades para una democratización de los países musulmanes, en primer lugar hay que ver los dos marcos en los que ésta puede desarrollarse: el confesional y el aconfesional.
Por un lado, los Estados donde la división entre Estado y religión no existe o casi es imperceptible obedecen la interpretación del Corán. Siendo la Shura la asamblea para la toma de decisiones. Existe un debate en la comunidad islámica sobre si estos sistemas pueden evolucionar hacia la democracia, algo que sería perfectamente asumible por la mayoría si se adoptase el modelo de democracia conservadora alemana que se interrumpè al perder el Imperio Alemán la I Guerra Mundial. Y, por el otro, los Estados aconfesionales (donde no hay separación total entre Estado y Religión como establece el laicismo),son países que tienen poderes fácticos con mayor peso en el Estado que la Religión como la monarquía en Marruecos o el ejército en Egipto. En ellos puede desarrollarse una mayor actividad política, más organizada y transformadora, cambiando el régimen desde dentro, poco a poco fomentando una apertura con tacto y negociación.
Una vez establecida la ruta debe recorrerse con un vehículo. Dentro de la vía de la Shura los movimientos tendrían que ser de escaso contenido ideológico y no muy grandes. Más bien agrupaciones temporales para fines concretos o candidatos independientes, esto último es lo habitual en las elecciones puntuales que se dan, por ejemplo, a nivel municipal en Arabia Saudí y en las generales en Kuwait. Con el propósito de dar saltos cada vez más grandes y poder crear un espacio de apertura para introducir partidos políticos a largo plazo. Y en el caso aconfesional serían los partidos los responsables, tomando el ejemplo del Al-Istiqlal marroquí. La opción viable es un partido representativo de ideología incluyente, que vaya adquiriendo con ello la fuerza suficiente para mantener un diálogo constructivo con las élites del régimen y adquiriendo poder para transformar el sistema, creando un sitema más democrático.
La evolución de los países musulmanes hacia la democracia no debe observarse bajo las premisas establecidas en Occidente y considerar a éstas como universales. Los sistemas políticos que surjan en el mundo musulmán serán más o menos diferentes que los existentes en Europa y América, ya que su sociedad tiene una religión diferente y han vivido y vivirán procesos históricos distintos a los que experimentó Occidente. Por tanto, debemos comprender que de esos países emergerán democracias diferentes, estudiar hacia dónde evoluciona cada proceso de transformación y en qué momento podemos calificar un sistema político como democrático.
Publicado Baab al Shams y Mapeando
MIGUEL ÁNGEL - 8-8-16