Su Secretario General ha activado la Carta Democrática por la que se podría sancionar a Venezuela. Lo cual pone en un brete a la OEA y obliga a afrontar el tema, que dicho sea de paso por la grave situación venezolana bien merece que de alguna manera sea enfocado por esa organización.
Hay que tener en cuenta que la OEA quiere ser cada vez más una organización de integración y de hecho con las décadas ha ido desarrollando instrumentos propios de gran calado, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Esa voluntad de consolidación y ampliación de la organización requiere que sea capaz de afrontar las cuestiones políticas internas. Algo en lo que hasta ahora la OEA ha fallado y que en muchos casos no se le ha dejado siquiera intentar.
Debe dejarse bien claro que a pesar de ello esta organización es un canal de diálogo importantísimo para América y que lleva a cabo labores clave como la asistencia a los procesos electorales.
Si se quiere pasar al siguiente nivel y convertir a la OEA en algo verdaderamente relevante tiene que poder saber tratar la crisis venezolana.
Para ello hay dos métodos:
El primero consiste en aplicar con todo su peso la Carta Democrática. Lo cual implicaría un castigo para el régimen de Maduro pero no solucionaría el grave problema interno del país, aunque hay debate sobre si una condena internacional fuerte y el aislamiento del régimen podría tumbar al chavismo, surgiendo la cuestión de si eso último es lo que debe buscarse para solucionar el problema.
La segunda opción es llegar a un entendimiento en el seno de la OEA con Venezuela para resolver la situación de esa nación. En función del nivel de ese acuerdo y de su viabilidad podría servir o no. Pero es evidente que debería de cumplirse para que sirviese para algo.
Independientemente de cualquiera de las dos por las que se opte queda claro que se precisa una voluntad firme. Si se opta por lo primero debe de ser en bloque sin fisuras haciendo toda la presión posible y si se opta por lo segundo debe de conseguirse que el régimen chavista firme un acuerdo amplio y efectivo, comprometiéndose a llevarlo a cabo y asegurándose la OEA que la oposición en Venezuela también lo cumpla, pero es evidente que se tendría que buscar un pacto que pueda resolver la cuestión
La solución que están adoptando algunos países ha sido la de tratar de llegar a un entendimiento para resolver la cuestión, tratando el asunto en el Consejo Permanente de la OEA. De momento se sigue con la línea histórica de esta organización pero queda por ver si en esta ocasión se alcanza un criterio de acción y se hace algo efectivo.
La implicación en Venezuela también debe ser tenida en cuenta.
Hasta ahora el chavismo, como tantos otros regímenes latinos de distinto signo político, ha buscado afianzar el poder de quien ostenta el mando gubernamental ante la intromisión extranjera a la que cada régimen aduce una orientación ideológica distinta. Esto en sí mismo es uno de los grandes problemas históricos que ha afrontado la OEA.
Una acción fuerte de esta organización americana sobre Venezuela implicaría dar munición al discurso de Maduro pero también sería un espaldarazo para la oposición venezolana que sería fuertemente legitimada. Mientras que un acuerdo de la OEA con las partes de Venezuela podría abrir un camino para solucionar el problema, aunque limitaría a los sectores en liza y si no ven que pueden salir ganando lo suficiente podrían incumplirlo, es más la situación de impas que se produciría podría ser usada por una de las partes para afianzarse sobre la otra y acabar dando un golpe de efecto cargándose el acuerdo.
Debe hilarse muy fino y la OEA en ello tiene una papeleta importante.
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Publicado en Debate21 y en Mapeando
MIGUEL ÁNGEL - 5-6-16