Recientemente reelegido por mayoría absoluta en las primeras elecciones presidenciales directas, Erdogan se ha convertido en el presidente que más tiempo ha ocupado el cargo después de Mustafa Kemal Ataturk, fundador de la República o refundador si tenemos en cuenta Turquía como una continuación del Imperio Otomano. Precisamente, conviene que tengamos en cuenta el concepto ‘refundador’, pues ello define la actitud actual de Tayyip Erdogan y nos permite enlazar con el Imperio Otomano tal como hace él indirectamente con sus políticas.
En sus intentos de reforma, la sociedad turca se ha polarizado en dos extremos, si excluimos a los kurdos del análisis quienes constituyen una comunidad singular, creándose una oposición solida de raíz kemalista. El centroizquierda y la derecha nacionalista unieron sus fuerzas esta vez presentando a Ishanoglu en la oposición frente a Erdogan. Dicha alianza antagónica fue sin duda posibilitada porque actualmente el cargo de Presidente carece de un peso ejecutivo importante además del intento de frenar las ambiciones del AKP, partido islamista moderado de Tayyip Erdogan. No obstante, la coalición kemalista resultó derrotada entre otras cosas, por el escaso gancho del candidato de setenta años y porque juntos no han conseguido sumar sus apoyos ya que por separado ambas formaciones lograban un mayor apoyo.
El factor kurdo, sin embargo, ha sido el decisivo en estas elecciones pues el proceso de paz iniciado por el AKP, más tarde que pronto y a regañadientes sin olvidar que Turquía no ha cesado sus políticas en el Kurdistán, ha provocado que los kurdos no hayan optado por el voto a partidos kurdos y sí optasen por dar su apoyo a Erdogan, ya que Ishanoglu representa la visión kemalista de oposición frontal al movimiento kurdo e incluso su candidato se mostró poco comprometido con el proceso de paz, más bien estancado.
El candidato kurdo Demirtas de izquierdas no solo no ha logrado conservar el electorado kurdo, citada la fuga al AKP, sino que tampoco ha conseguido el respaldo de los conservadores kurdos. Ello ha impedido que Demirtas cumpliese con la sorpresa de meter a un candidato kurdo en la segunda vuelta por las presidenciales turcas pero también le ha perjudicado que Ishanoglu no haya decepcionado del todo al electorado kemalista.
La situación económica como muchas veces es clave; la fuerza electoral del AKP se sitúa en las zonas rurales, que ocupan toda la vasta península de Anatolia. El entorno rural de Turquía ha estado subdesarrollado y olvidado durante mucho tiempo, siendo normalmente de raíz conservadora, y si a ello se une que recibe un número importante de votos en las ciudades no nos extraña su victoria. Uno de los dos principales factores que ha posibilitado las victorias del AKP ha sido el crecimiento económico, frenado en parte en los últimos años, pero ahora en repunte nuevamente, que ha hecho que muchos pusiesen los ojos en la potencia emergente turca tanto en capacidades, admiración, como atrayendo a inversores.
La prueba de fuego que ha enfrentado el AKP para mantener el liderazgo del movimiento religioso, su principal raíz ideológica, ha resultado decisiva para su supervivencia electoral pues podría haberle arrebatado a sus votantes más convencidos y las áreas rurales del país.
La prueba en cuestión fue la ruptura con el movimiento Hizmet del clérigo Fethullah Gullen, predicar en el Esmirna y posteriormente respaldarse por empresarios que constituyeron el Kaylak Holding, permitiendo la creación del Hizmet (servicio), con quien el AKP tenía una alianza que le permitía dar relevancia y fortalecer el movimiento religioso. La alianza fue tal que las dos partes llegaron a repartirse los puestos de poder del Estado, incluso lideraron el caso Ergenekon para juzgar a presuntos militares opositores acusados de preparar un golpe de Estado de orientación kemalista.
La alianza se rompió purgando al Hizmet de las instituciones del Estado y juzgando incluso a su líder Gullen en 2008, quien se refugió en EEUU, resultando inocente de los cargos de los que la justicia turca le acusó. Una vuelta de tuerca se produjo en 2013 cuando el gobierno le negaba el derecho de enseñar en las universidades del Hizmet, a lo que el movimiento de Gullen contraatacó con una oposición a través de sus medios de comunicación, instigando en parte las protestas que han sacudido Turquía hasta hace pocos meses, y contribuyendo en parte a airear los escándalos de corrupción que acechan al AKP ¿Cómo pudo superar tal envite? La respuesta es que Tayyip Erdogan ha conseguido un papel de liderazgo entre el mundo musulmán turco con la introducción de sus reformas secularizadoras y su papel en política exterior.
Política exterior. Erdogan mira al mundo
La posición turca del siglo XX, desde su refundación, ha sido la de ganar peso de nuevo y defender sus intereses. Con los kemalistas en el poder, Turquía se vio inmersa en el conflicto chipriota haciendo frente al movimiento Enosis y ocupando el norte de Chipre, respaldando a la autoproclamada República Turca de Chipre Norte habitada por turcochipriotas, así como su oposición frente a Armenia y respaldo a los turcomanos azaríes, bloqueando la salida al mar del país a quien le cerró la frontera (bloqueo que Armenia puede eludir por el apoyo iraní). Todos ellos contenciosos que han continuado con el mismo entusiasmo los islamistas moderados del AKP.
La variación que ha introducido Erdogan ha sido la de retomar el papel en Oriente Medio de liderazgo que ostentaba el Imperio Otomano cuando el Sultán se atribuía ser cabeza del Islam. En este sentido, sirviéndose del caso de la flotilla para romper el bloqueo de Gaza en el que murieron nueve ciudadanos turcos, Tayyip Erdogan aprovechó para cortar de raíz los estrechos lazos políticos y militares que mantenían Ankara y Tel Aviv.
Además se negó a respaldar la intervención de EEUU en Irak incluso rechazando que se usara su territorio para que EEUU lanzase un ataque por el norte de Irak que propiciase un avance en dos direcciones hacía Bagdad (Sur y Norte) que finalmente solo se produjo por el sur.
Turquía se ha mostrado profundamente activa en Oriente Medio fortaleciendo su poder sobre el Kurdistán turco y siendo inflexible con el crecimiento de las fuerzas turcas de otros países vecinos, amenazando con invadir el norte de Irak si los kurdos ostentaran mucho peso y a punto de iniciar una guerra con Siria por el apoyo del gobierno al movimiento kurdo, si bien tal guerra pudo evitarse por la mediación del entonces Presidente egipcio Hosni Mubarak. Además, tras la Primavera Árabe, Erdogan ha intentado derrocar al gobierno de al Assad insistiendo en una intervención militar de EEUU en el conflicto e incluso respaldando activamente a la oposición siria.
El objetivo por lo tanto es tratar de ganar influencia y de que Turquía sea un referente, un modelo islamista moderado al que seguir los países musulmanes. Se abre por tanto una rivalidad entre el modelo del Consejo del Golfo (mucho más secularizado y sin democracia al estilo occidental) y el turco, resultando un choque de influencias por dos modelos que tratan de imponerse sobre los regímenes republicanos que han caído en la Primavera Árabe (todos salvo el de Bouteflika en Argelia y el del tambaleante al Assad que está inmerso en una cruenta guerra civil).
El nuevo rol de Turquía: ¿Qué lugar ocupa en la Unión Europea?
¿Es contradictorio el nuevo papel de Turquía por liderar el mundo musulmán con su pretensión clásica de entrar en la UE? Se lleva mucho tiempo hablando de la entrada de Turquía en la Unión Europea, pero ha sido con Erdogan cuando se abrió en serio la posibilidad de su participación en la organización suprarregional, coincidiendo con la ampliación de la UE y su reforma interna (proyecto de Constitución europea que acabo en fracaso y siendo sustituida por el Tratado de Lisboa).
Sin embargo, de los 33 capítulos previstos para lograr la adhesión turca, que deben ser acordados y resueltos, entre los que se incluye el futuro de Chipre, tan solo se ha llegado a un consenso en menos de cinco y solo se han abierto negociaciones sobre aproximadamente la tercera parte. El entusiasmo inicial de Erdogan, frenado por las negociaciones y la oposición tanto de Francia como de Alemania por la entrada de un miembro tan importante como Turquía, así como el debate suscitado sobre si admitir a un Estado de mayoría musulmana, ha enfriado el interés del AKP que oficialmente no renuncia a entrar en la UE por varios motivos:
- En primer lugar para mantener el voto de la ciudadanía turca cosmopolita que de otra parte volvería a votar a los kemalistas.
- En segundo lugar porque da una visión de Turquía cercana a Occidente que atrae inversiones.
- En tercer lugar por no cerrarse una opción interesante de futuro por si le interesa volver a retomar su interés por la apuesta.
El futuro de Turquía entre las orillas del mar de Mármara obligará al país más pronto que tarde a decidirse por el camino europeo o lanzarse a retomar la influencia de la Turquía prekemalista sobre Oriente Medio.
Mientras, su nuevo Presidente continuará afianzándose en el poder, inmerso ahora en ganar las próximas elecciones legislativas de 2015 con el objetivo de convertir a Turquía en un régimen semipresidencialista al estilo de Francia. Tras librarse del hasta ahora Presidente turco, Abdullah Gül, que era también del AKP y que se había opuesto a su censura de parte de la libertad de expresión (caso del cierre de Twitter) para acallar las protestas, la victoria electoral fortalece y salva las pretensiones de Erdogan al frente de Turquía.
PUBLICADO EN BAAB AL SHAMS
MIGUEL ÁNGEL - 14-08-14