Me planteo en este artículo analizar las estrategias de las partes implicadas, nacionalismo periférico y gobierno central, así como las tácticas de los partidos políticos en liza actualmente.
Durante décadas ha habido un juego soterrado entre los nacionalistas catalanes y el Estado.
Todo arrancó con la Transición cuando de buena fe se pactó una Constitución entre todas las fuerzas políticas, incluidas las catalanas, y se empezó la senda de la España democrática.
El nacionalismo catalán, representado en función gubernamental por Convergència i Unió, con el desarrollo de la España autonómica puso en marcha una estrategia para transformar Cataluña.
La inmersión lingüística obligatoria en la escuela y la obligación de saber catalán para trabajar fue una labor de ingeniería social que potenció la cultura catalana, llevándo así el catalán a muchos lugares de la geografía catalana donde era minoritario.
El posterior uso de las instituciones y los medios de comunicación para difundir el "catalanismo" así como su versión de la historia les permitió cumplir la labor transformadora.
La creación del catalanismo moderno no fue más que una operación para aglutinar a toda la sociedad en la recuperación y potenciación de la cultura del pueblo catalán. Con esa fachada tan loable se destinaron inversiones a organizaciones como Omnium que tienen una gran carga política nacionalista.
Posteriormente con el amplio consenso del catalanismo se pudo realizar sin oposición la transformación que he mencionado. Con el tiempo el catalanismo fue usado para reclamaciones de mayores competencias y para poner en marcha el populismo civil contra aquellas decisiones o actuaciones que perjudicaban los intereses del nacionalismo (por ejemplo las sentencias de los tribunales que salvaguardan los derechos a estudiar en castellano de los niños cuyas familias acudían al juzgado para reclamar un derecho constitucional que se les niega).
Mientras tanto a nivel nacional CIU mantenía una posición estadista y de sentido de Estado respaldando tanto a los gobiernos del PSOE como del PP. Esto favorecía que desde el gobierno central no se inmiscuye en la operación transformadora nacionalista y se le diesen cada vez más competencias a la Generalitat.
No puede hablarse de una estrategia activa y elaborada del Estado hacia Cataluña ni con el PSOE ni con el PP en el poder. Esto es así porque se miró la estabilidad y se actuó pasivamente hacia Cataluña para permitir beneficiarse del apoyo de CIU, se pensó que contentando a la Generalitat (gobernada por CIU casi siempre y cuando no por el Tripartit en el que estaba ERC con gran cuota de poder) se evitaba cualquier problema futuro y todos felices.
No ha sido hasta hace tres años cuando deprisa y corriendo se tuvo que elaborar una estrategia en La Moncloa ante el desafío soberanista catalán ¿Que se decidió? No caer en la confrontación tratando de no mandar mensajes contra Cataluña y que el nacionalismo se desinflara o fracasase en su intento de elaborar una estrategia para romper con España. Está claro que no ha funcionado esa estrategia.
En el escenario actual en el que nos hallamos los partidos llegan con pensamientos distintos.
Desde el lado del nacionalismo catalán las fuerzas moderadas (Convergència, ERC, la escisión Més del PSC y la escisión Demòcrates de Catalunya de Unió) se juntaron en una lista para tratar de convertir en plebiscitarias las elecciones autonómicas anticipadas (no sin antes protagonizar una pelea de gallos entre Artur Mas y Oriol Junqueras) y se dejó a la CUP para captar el voto del hartazgo y de la izquierda transformadora con tal de frenar a Podemos, ya que las CUP es un partido también nacionalista periférico e independentista.
Llama la atención el desgaje de Unió, que si bien no abandona su ideología nacionalista y el reclamo de un referéndum de autodeterminación, si ha criticado la alianza de Convergència con la izquierda así como la vía rupturista de declarar una declaración unilateral de independencia. Ahora esta formación apela a seguir con la vía catalanista y buscar un encaje confederal cuasi independiente dentro de España.
El unionismo presenta una división alarmante en cuanto a ausencia de estrategia común.
Por una parte está la izquierda, PSC y Podemos, que pretende que el federalismo sea la solución y se consideran parte del catalanismo, e incluso en el caso de la formación morada permitir un referéndum de autodeterminación.
Y por el centro así como por la derecha, Ciudadanos y PP respectivamente, se quiere frenar la estrategia de ingeniería social en Cataluña y respetar la Constitución introduciendo reformas que quepan dentro de ella.
Es obvio que la labor de estrategia de décadas del nacionalismo periférico ha permitido llegar hasta aquí y aprovechar el punto de ruptura creado. Mientras que el unionismo ha reaccionado tarde y llega muy verde al 27S con variadas propuestas aún por elaborar que dependen del resultado de unas generales, las cuales están apenas a unos meses pero que parece ser que no se realizarán con margen suficiente para detener la estrategia independentista en caso de que ganen las fuerzas soberanías el 27S.
Publicado en Debate21 y página de Facebook Mapeando
Almacenado en Geopolítica / España / Panorama / Autonómico
MIGUEL ÁNGEL - 22-9-15